Más de setenta personas fallecidas mientras intentaban acceder a Europa por
Austria huyendo de la guerra. Miles ahogadas en el Mediterráneo, y unas cifras
totales incontables en el movimiento de los refugiados. Las mafias sin escrúpulos
hacen su agosto, como con estos que llevaban hacinados en un camión sin
ventilación. Les da igual que se trate de hombres, mujeres o niños, porque para
ellos solo son mercancía. Le toca actuar a la policía austriaca.
Pero ¿cuándo toca actuar a los gobiernos y políticos
europeos? Si miramos la procedencia de estos refugiados, la gran mayoría viene
de Siria, de Afganistán, Eritrea, Somalía, Nigeria, Yemen... Todos países en
guerra, con regímenes autoritarios y donde las violaciones de los derechos
humanos son moneda de uso cotidiano, y el germen del horror en el que están
inmersos. Pero no olvidemos que también son los países de destino del armamento
que vende las industrias europea y norteamericana.
Son los conflictos denominados “guerras
olvidadas”, en cuyo origen siempre encontramos la mano de la industria armamentística
norteamericana. Pero mientras EE.UU no recibe refugiados de estas guerras, para
Europa suponen el gran conflicto moral al que ha de hacer frente. Gente que huye
del hambre y de la pobreza, como haríamos cualquiera en su situación, pero que
sin saberlo, su situación beneficia a un capitalismo europeo que obtiene así una
mano de obra barata, que acepta condiciones laborales penosas pero mejores que
las de sus países de origen.
Los gobiernos europeos se lavan las manos del
origen del problema, y así nos hace que olvidemos de las verdaderas razones de
la mala situación de algunos países europeos, que no es otra que la mala
gestión de nuestros gobernantes. La inmigración que nos llega en avalancha,
sirve para hacernos olvidar la incompetencia de los gobiernos capitalistas, más
empeñados en trabajar a favor de los bancos y de las grandes empresas y lobbies
de presión, que por el bienestar de sus ciudadanos. El motivo no es otro que poder
tener luego una buena puerta giratoria tras su retiro de la primera línea de la
política activa.
Mientras, los trabajadores europeos creen
que esos refugiados vienen a quitarles su trabajo, e incluso hasta los ven como
causantes de nuestra crisis. Pero nadie ve que si Europa dejara de vender armas
a esos países, les sería imposible hacer sus guerras, y eso disminuiría en gran
medida esta inmigración masiva que hoy vivimos.
La Europa de finales del siglo XX y de
comienzos del XXI, es cómplice del militarismo agresivo de EEUU y siempre ante
el mismo actúa con pasividad o lo apoya como ocurrió en la guerra de Irak, y
con ello fomenta esa inmigración con su política
exterior. Así, unos y otros ganan millones con la venta de armamento, pero
luego los países europeos vuelven a ganar cuando los ciudadanos de esos países emigran
y se transforman en mano de obra barata. Lo que hizo EEUU con los conflictos en
Latino América.
Parecemos tener los ojos cerrados y no
percibir que el racismo que hoy crece en Europa es fruto de un miedo irracional
de las clases medias europeas, que no son conscientes de ser víctimas de un
capitalismo feroz que azota a todo el orbe. Alemania, que se muestra como la
dueña de Europa, por ese liderazgo se ha convertido en el destino de todos esos
refugiados, convencidos de que es el país europeo que les ofrece mayores
oportunidades. Su
mercado laboral se saturará de mano de obra barata, bajaran los salarios, y las
grandes empresas alemanas tendrán el mercado laboral que cualquier gran
empresario desea.
Todos los países recibimos inmigrantes y asistimos
a un cambio en el mapa de las poblaciones del planeta. Es un problema económico,
pero antes se trata de un problema humanitario. Pero para los españoles,
debería resultarnos vergonzoso haber perdido la memoria, y habernos olvidado
que en nuestra postguerra por problemas políticos, y en las décadas de los
cincuenta y de los sesenta por problemas económicos, cientos de miles de
españoles tuvieron que emigrar a América Latina, Rusia, Alemania, Francia y Suiza
para ganarse la vida. Una situación tan idéntica como dos gotas de agua, a la
que ellos viven ahora. Recuperar la memoria histórica no solo es recordar las
cunetas.
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