Celia Villalobos llevó
tan alto el listón de la incompetencia al frente del Ministerio de
Sanidad tras su gestión de la crisis de las vacas locas, al enseñárnos a hacer
el cocido con espinazo, que solo un nuevo record de los que acostumbra Rajoy podía
superarla. Y lo ha hecho, porque para Mariano lo de figurar a la cabeza de las
torpezas es pan comido.
La designación entre Ana Mato,
mujer de partido, y Ana Pastor, profesional de la salud, para el cargo de
ministra de sanidad según la táctica Rajoy solo podía recaer sobre la primera.
Con ello Mariano se garantizaba superar la habilidad de José Mari al nombrar a
Celia, y se aseguraba tener en su gobierno a la nueva record woman mundial en
gestión desastrosa de la salud.
Aterrizó diciendo que su
momento preferido del día era ver como vestían a sus niños, todo un anuncio de
lo que le gustaba este ministerio. Tras meses sin que los sanitarios tuviésemos
noticias de que existía una ministra de sanidad, se despachó publicando el “RD
16/2012 de 20 de abril, de medidas urgentes para garantizar la sostenibilidad
del sistema nacional de salud y mejorar la calidad y seguridad de sus
prestaciones”. Dicho de otra manera, la reforma del Sistema Nacional de Salud
por decreto y de un solo golpe.
Y sin encomendarse a dios ni al
diablo, desde ese momento, las cosas en sanidad solo han ido a peor. Instauraba
el copago farmacéutico y de servicios, dejaba sin asistencia sanitaria a varios
cientos de miles de personas, pisoteaba los derechos de los trabajadores de la
salud, y profundizaba en la privatización del sistema sanitario.
Doña Ana nos transformó a los
españolitos a la chita callando. A la chita, pasándonos de usuarios de un
sistema público gratuito, a asegurados, que si no pagamos no tenemos derecho a
ser atendidos por el seguro, sin atender a las protestas. Y callando, por no
dar una sola entrevista a los medios sobre su gestión en estos tres años.
Solo se ha reunido con
determinados círculos de la profesión médica, no existiendo para ella ni las
asociaciones sanitarias, ni los movimientos sociales. Nadie ha sido digno de
lograr su interés, salvo los situados en los aledaños del PP, y nunca los
colectivos que públicamente se han pronunciado en defensa de un modelo
sanitario público.
La guinda la ha puesto estos
dos últimos meses. A la nefasta gestión sanitaria del ébola, tanto con la
traída del virus a Europa, como con el caso de la enfermera contagiada, (en un
Carlos III desmantelándose sin ninguna previsión), se sumó la respuesta forzada
por las presiones ciudadanas, para autorizar los nuevos tratamientos de la
hepatitis C.
No solo ha sido mala gestora en
salud. De su departamento también dependía la aplicación de la Ley de
Dependencia, donde su gestión se resume en recorte sobre recorte. O la lucha
contra la violencia de género, donde parece que se ha ido sin haber llegado a
aterrizar. Todo un despliegue coherencia e interés.
Pero es innegable que la
paciencia de la gente normal y decente, para con Ana Mato ha sido infinita, y
hubiese llegado al final el mandato protegida por Mariano. Pero ayer a Mariano
le empezó a estorbar para vestirse de guerrero del antifaz contar la corrupción
hoy en el Congreso. Por eso su dimisión no ha sido por ser mala gestora
ministerial, sino en relación al Caso Gürtel, ese en el que su ex se presentó
con un coche en la cochera y ella no lo vio.
Que su dimisión se produzca
tras el auto de un juez, es como una mala jugada que le ha gastado el destino.
Supongo que a partir de ahora, aunque continúe como diputada en las Cortes, se
ha merecido un buen descanso para dedicarse a lo que más le gusta: estar bajo
los rayos UVA.
Decían que España no podía ser
un país serio si el yate del Rey se llamaba Bribón, el banquero más famoso
Botín, la ministra de sanidad Mato, y la alcaldesa de la capital Botella. Como
Botella ya ha anunciado que no se presenta a la reelección, igual empezamos a
parecer un país serio. A partir de hoy, preparémonos para la llegada del
sustituto o sustituta, que promete ser más breve, como mucho por un año.
Esperemos que no intente superar a su predecesora, aunque ya se sabe que con
Mariano todo es posible en sus intentos por llevar a la marca España a los más
altos índices de incompetencia.
Visto lo visto en estos tres
años marianistas, lo único que puede hacernos parecer serios a los ojos del
mundo, es que el presidente tuviera un mínimo de decencia y dimitiera en lugar
de prolongarnos este calvario.
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