sábado, 5 de marzo de 2022

La crisi popular

Lo que está ocurriendo en el PP, no solo es una guerra por el poder en el partido, es, también, un nuevo caso de corrupción. Es un contrato asignado a la empresa de un amigo del hermano de la presidenta madrileña, por el que el hermanisimo presuntamente, cobró una comisión que en el propio PP cifran en 283 mil euros.
Y lo peor de todo, era un contrato para comprar mascarillas del que presuntamente obtuvo pingües beneficios el hermano de la presidenta cuando estábamos en lo peor de la pandemia, cuando moría gente, cuando no había material en los hospitales, cuando no había mascarillas. Pues en ese momento, había alguien que estaba haciendo negocio. Estos son los patriotas, los defensores de los españoles.

La prueba de que la paz está lejos son los comunicados.
Por un lado: El de Casado para confirmar la existencia de la cita y un cierto grado de arrepentimiento: "El Partido Popular lamenta los acontecimientos de los últimos días y seguirá defendiendo junto a todos los militantes el mejor proyecto de futuro para España". Por el otro: Ayuso lo zanjó con una palabra. "Infructuosa" fue el calificativo que utilizó su entorno para definir la cita.
La contienda sigue y no augura nada bueno para Casado, cuya autoridad y liderazgo quedan inexorablemente heridos de muerte.
Y esto, pese a que en el otro bando lo que se atisba es una nueva demostración del mal de altura que aparece cuando a algunos responsables públicos se les sube el poder a la cabeza. Isabel Díaz Ayuso, que no era nadie y ahora goza de un liderazgo social incontestable, no es en esto ni la primera ni la última. Antes les pasó a otros que se deslizaron lentamente por el precipicio. El PP de Madrid es siempre fue un pozo sin fondo que va engullendo a todos sus líderes. Primero reciben halagos de los medios, luego les adulan los pelotas de turno y después los votos les convierten en personas pagadas de sí mismas mientras los colaboradores les dan la razón en todo. Así va transcurriendo la vida hasta que se creen impunes arrullados por un liderazgo social y mediático apabullante.
En el otro lado asoma un líder nacional que ni vence ni convence, que no tiene madurez ni proyecto sólido y que, lejos de pacificar y unir a las diferentes sensibilidades del partido, ha provocado un sinfín de incendios. “La política es el arte de comerse sapos para demostrar capacidad aglutinadora, y esto no lo tiene ya Pablo Casado”, lamenta uno de los más influyentes barones del partido.
El panorama que ha dejado la guerra entre la presidenta madrileña y el líder del PP, a ojos de un votante de la derecha, es desolador. No hay nada más desgarrador que la división de un partido que retransmite en directo y en prime time una batalla alentada por instintos autodestructivos. En parte, porque los resultados de las elecciones en Castilla y León no salieron como se esperaba y los votos sumados por Mañueco no daban ni para acabar con Pedro Sánchez ni para demostrar a Ayuso que ella no era nada sin la marca de la organización, como buscaba la dirección nacional. Se encendieron entonces las alarmas y en Génova entendieron que la baronesa volvía por sus fueros para reclamar de nuevo el congreso de Madrid, lo que se entendió como un paso más en su intención de derribar al presidente nacion.

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