Confundieron los sanfermines
con una de esas guerras donde las violaciones múltiples suelen ser incluso
permitidas y nunca juzgadas. Se equivocaron, porque estaban en una ciudad que
respondió contundentemente contra la violación. Tampoco eligieron buen nombre
para el grupo, porque denominarse “MANADA” es ofensivo para los animales que
viven y forman manadas, y los animales tienen una nobleza de la que estos
malnacidos carecen.
La encerrona mediática que
está sufriendo la víctima es vergonzante. No soy jurista, pero no me parece de
recibo que un sistema judicial admita como prueba el seguimiento realizado a la
víctima por un detective a sueldo de uno de sus presuntos violadores. Es una
vergüenza la sensación de indefensión de la víctima que eso transmite, y el
mensaje que supone. ¿Qué es lo que debería haber hecho la chica? ¿Suicidarse?
¿Entrar en un convento de clausura? ¿Castrar a los cinco violadores?
No parece importante, que los
integrantes de esa manada, se dedicaran a vanagloriarse de su gran gesta en las
redes con los amigotes. No parece importante, conocer los nombres de los
colegas que conocieron su hazaña, le rieron la gracia, y callaron sin
denunciar. No parece importante, si antes protagonizaron un episodio similar en
Pozoblanco, lo que les convertiría en reincidentes. Lo que importa es ver que
la agredida incluso sale de su casa, lo que demuestra, que no sería para tanto
shock, si era capaz de pasarlo bien con otros jóvenes, en lugar de dedicarse el
resto de sus días a llorar por las esquinas.
A ver si esto no es hacer que
el presunto culpable tenga “presunción de inocencia” y la victima tenga
“presunción de culpabilidad”. Esta situación nos cuestiona como sociedad. Se
está permitiendo ejercer la crueldad.
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