Unos policías municipales de
Madrid se permiten en un WhatsApp, amenazar a la alcaldesa, a políticos y
periodistas, lanzar mensajes xenófobos, hacer apología del fascismo con
alabanzas a Hitler, y rematan con amenazas de muerte contra el agente, que
denuncia estos hechos. Hoy, ante la sorpresa del respetable, los sindicatos
policiales salen en su defensa, salvo CCOO. Era un chat para reivindicaciones
laborales.
La Unión de Policía Municipal
(UPM) primero critica los mensajes, pero luego dice que son conversaciones
privadas, que las han sacado de contexto, y que lo que se ha hecho es una
traición a los compañeros al filtrar la información de lo que ocurría. Como si
las manifestaciones realizadas pudiesen tener alguna justificación.
Algo nos pasa, porque esto no
es normal, puesto que por comentarios menos hirientes encierran a un rapero o a
unos titiriteros. ¿Cómo es posible que alguien con esa mentalidad pueda pasar
un test que le acredite para ser servidor de la ley?
Y lo de que se trata de
conversaciones privadas es ya el colmo. También son conversaciones privadas las
de los violadores, los pederastas, los abusadores o los yihadistas, y a todos
nos parece correcto que se persigan esas manifestaciones en las redes sociales.
¿Hay ciudadanos de primera y
ciudadanos de regional preferente?
Espero que haya algún fiscal
o algún juez por ahí.
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