No hay que perder la esperanza de que pronto retorne el
sentido democrático a una parte de la población, ni de que el español de a pie,
se despierte del letargo en que se encuentra. Pero no va a ser tarea fácil, que
eso ocurra, y menos con un gobierno presidido por alguien, capaz de negar una
evidencia tan enorme como la corrupción de su partido, y parte de esa población
le crea. Hay que tener claro, que un gobierno que cohabita con la corrupción,
no le hará ascos a cualquier posibilidad de abusar del poder que ejerce, y eso
lo dificultará. Estamos otra vez ante dos Españas, la real y la
publicada.
Da igual lo negativo que nos pueda suceder como país, porque
no parece que esté ocurriendo aquí, sino en casa del vecino. Tenemos fiscales,
que más que fiscales parecen amigos del gobierno. Ministros que, antes de
preocuparse de ejercer un bien su responsabilidad, andan preocupados para que
no sepamos de sus cuentas opacas en paraísos fiscales. Medios de comunicación,
que opinan y no informan, porque son la voz de su amo. Asistimos a intentos de
censura en internet o a promulgar una ley mordaza, intentando que los recortes
de libertades se asuman como aceptables. El papel de los ciudadanos lo reducen
al de marionetas de un teatro, donde los protagonistas no somos nosotros,
sino el gobierno, puesto que aquí impera la ley del más fuerte.
Ya nos pueden apalear a diario desde Moncloa, que como
mucho, llegaremos a sentirnos molestos, pero no haremos nada más. Hoy, lo que
en los años setenta se consideraba una forma errónea de afrontar los problemas
(escondiendo la cabeza bajo el ala), ahora se ha convertido en la forma natural
de abordarlos, dejando que el tiempo transcurra a lo Rajoy. Por eso, nadie
debiera extrañarse, si a la más mínima posibilidad. el gobierno aplica el
rodillo parlamentario, obstaculiza cualquier iniciativa parlamentaria (o la
recurre judicialmente si no consigue frenarla), o mete la mano intentando
controlar la justicia, o recorta nuestras libertades, o con dinero público
subvenciona a asociaciones ultra católicas, o que mire para otro lado si sus
amigos hacen apología del fascismo, etc.
Les da igual porque hace tiempo que en este país se dijo
adiós a la división de poderes. Y además les ha soplado a favor el viento de la
crisis económica, para imponer la sensación de miedo al desastre, con solo
pronunciar las palabras mágicas "inestabilidad política". Siempre, el
miedo otorga al que ejerce el poder, toda la libertad de acción para ejercerlo
abusivamente. Por eso no es difícil contemplar en nuestros días, como ante un
periodista molesto con sus crónicas, se presiona a su empresa para que le despida;
que si un profesional de los servicios públicos se queja de las condiciones en
las que ejerce su trabajo, se le intente desacreditar personal y
profesionalmente; o que si un representante municipal se vuelve crítico y
molesto, se le cierre el grifo de las subvenciones a su pueblo, para que se calle.
El miedo siempre consigue callar al contrario, y resulta un
arma infalible para precarizar los derechos sociales. La herencia franquista ha
dejado la idea, de que el poder no necesita dar explicaciones, que para eso es
el poder. Así se convierte al autoritarismo en un modelo de gestión, y
asistimos a que todo se compra y se vende, incluidos los principios, porque
hasta nuestra ética se ha tornado comercializable. Todo tiene un precio, aunque
cada vez tenga menos valor. En este país nuestro de cada día, ya no se valora
el esfuerzo realizado para alcanzar un objetivo, sino el resultado económico
final logrado.
Esta es la España en la que los luchadores (los del día a día), por
ideales y derechos colectivos, caen en el olvido, mientras se han convertido en
héroes domésticos a imitar, a los triunfadores de los shows televisivos. El país
donde todos queremos que se investigue la mejor terapia, pero donde nadie se
acuerda de que deben tener un salario digno los investigadores. Vivimos una democracia
más formal que real, una gran farsa en la que somos manipulados, y en la que
hemos dejado de ser exigentes, vaciándola así de valores y de contenido.
Estos meses atrás hemos conocido opiniones de quienes ven
aceptable, perdonar el fraude fiscal a una estrella del deporte, mientras, tras
asistir a la misa de domingo, son capaces de negarle la asistencia sanitaria al
emigrante porque eso supone gastar nuestros recursos. Nos sentimos orgullosos
de habernos convertido en los reyes del turismo, a costa de que nuestros
agricultores pierdan dinero por trabajar el campo, o que se deslocalicen
nuestras producciones. Y lo peor, no solo se llevaron fuera nuestras
industrias, sino que con ellas también se trasladó de lugar el poder del parlamento,
lo que convierte muchas de sus actuaciones en un fraude a los electores.
Muy a pesar de los ciudadanos, este país ha asumido que lo
económico debe estar por encima de lo social y lo ambiental, y eso se demuestra
en que las instituciones solo parecen representar a los mercados y sus
intereses, en lugar de a los ciudadanos. Pero también el sistema democrático se
debilita, por falta de opiniones disidentes dentro de los partidos, que unos
más y otros menos, todos se han acomodado a ese nuevo papel. Ahora, los lobos
ya no se sienten obligados a ir disfrazados de corderos.
Carecemos de conciencia colectiva, y eso hace que cuando en
algún lugar del mundo se vulneran los derechos humanos, creamos que no nos
afecta a nosotros. Solo asumiendo primero esta realidad, estaremos en
disposición de entender que nadie puede ni conceder ni quitarnos nuestros
derechos, y que es eso lo que nos convertirá en ciudadanos libres y hará nuestra
democracia real. Mientras, la calidad democrática parece preocuparnos poco. Así
que deberemos acostumbrarnos a que mientras el dinero se pudre en los
bancos, muchos ciudadanos no tengan que llevar a sus mesas, pero seguirán
convencidos de que esto es una democracia.
Muchos parecen creer, que este tipo de problemas no va
con nosotros, que la calidad de la democracia es un tema solo de culturetas,
mientras no se dan cuenta que la mierda empieza a llegarnos al cuello. Sigamos
sin alzar la voz, aun viendo como la corrupción inunda cada rincón de este
país. Nadie se atreverá a lanzar la primera piedra, convencidos por las
televisiones de que España va bien, que ya hemos salido de la crisis, que baja
el paro y se crea empleo de calidad. Nadie exige responsabilidades, si no es
él, quien está en la lista de espera para operarse, o al que le suben los
impuestos. Entre egoísmo y cinismo.
Viene a colación, un poema que se atribuye a Beltorld
Brecht, pero cuya autor fue Martín Niemöller, titulado “Ellos vinieron”.
"...Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era
protestante. Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que
dijera nada". Nadie dice nada, y mucho menos en agosto, cuando
gobierno y oposición están de vacaciones, que es lo que ahora toca.
Muy bueno Antonio
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