El 9 de abril tenía un artículo de opinión escrito, pasados
los correctores, ortográfico y gramatical, (como le gusta al Manolo el
director de este medio), y listo para su publicación. Esa tarde la noticia de
la muerte de Carme Chacón, me golpeo de forma inesperada, y desaparecieron en
mi las ganas de publicar nada.
Hace días que pienso en escribir algo sobre ella, y hoy he
decidido hacerlo, aun sabiendo que mi relato corre el riesgo de interpretarse
como uno más entre los múltiples panegíricos que se han hecho estos días sobre
ella, en especial desde el partido socialista. Escribo sobre Carme, la persona
a la que apoye en su candidatura a la Secretaría General en 2012, y con quien
desde entonces mantuve una relación de amistad, que me impide ser imparcial con
su figura.
Quienes se dedican a la política, temporal o
profesionalmente, no pueden esperar que por ejercer esa vocación merezcan ser
bien tratados. El cargo público debe tener desde el principio muy claro que le
apreciaran más, muchas personas desconocidas para él, que sus compañeros y
compañeras de partido con las que cada día trabaja codo con codo, en un
Ayuntamiento o en cualquier Parlamento. Por eso, si a alguien realmente le es
aplicable la frase “si uno quiere que le elogien, lo que debe hacer es
morirse”, es al político.
En España y en los países del Mediterráneo, de los muertos
solo se dicen cosas buenas, a diferencia de en los sajones, donde son menos
proclives a los elogios post mortem. La muerte en España, es el momento de los
parabienes, de las sonrisas, de los reconocimientos, de que nuestra parte agria
se torne dulce, de que nadie quiera poner sobre la mesa, si fuimos incómodos
para los intereses de quien nos cita, y menos aún si estos fueron nuestros
superiores en vida. Quien ayer te zancadilleo, hoy se deshace en elogios a tu
persona, y a quien le resultaste incomodo, solo le vienen a la memoria tus
bondades. La muerte es ese momento en el que un tanatorio de repente se
convierte en el reino de la hipocresía.
Sin olvidar que ella, como todo cargo público, tenía
su debe y su haber, tanto como ministra de Defensa, de Vivienda o como miembro
de un Consejo de ministros que adopto decisiones discutibles, yo fui uno de los
muchos socialistas, que apostamos por su candidatura a la Secretaria General
del PSOE. Lo hacía convencido de que su candidatura encarnaba la posibilidad de
un cambio en el PSOE que lo adaptase a las exigencias de los votantes de un
partido socialista en la Europa del siglo XXI. Fuimos al Congreso de Sevilla de
2012, convencidos de que si ella alcanzaba la SG, otro PSOE era posible, con
primarias, listas abiertas, limitación de mandatos, y otros cambios en el
modelo de partido. Antes ya lo había intentado en 2011, pero retiró su
candidatura ante las presiones encabezadas por el hoy candidato en primarias
Patxi López.
Hasta ese congreso no la conocía personalmente. Encontré a
una mujer fuerte, para algunos incluso altiva, pero mi impresión de ese
encuentro fue que ante mí estaba una mujer honesta, luchadora y convencida de
que otro PSOE era posible, pero que cambiarlo debía intentarse desde
dentro, pero realmente convencida de que era necesario un cambio que desde la
dirección no se quería admitir. Al final del congreso, un resultado apretado, y
veintidós votos le impidieron alcanzar la Secretaria General. En frente
posicionados los mismos que en octubre lo hicieron frente a Sanchez y en su
momento frente a Borrell: Felipe González, Guerra, Bono, y otros barones.
Ella con lágrimas y rota tras el recuento, se mostró sencilla, humilde,
socialista. Sentimos que era como nosotros.
Tras el congreso de Sevilla, Carme se retiró, dejo el
gobierno del partido a Rubalcaba. Renunció al acta de diputada y se dedicó a la
actividad privada. Pero sobre todo, Carme se mantuvo callada. Luego recuerdo
algunos encuentros con ella, en Tomelloso, en Madrid, Hospitalet, y algún que
otro más fugaz. Estos últimos años, mantuvimos el contacto por correo, con
comentarios sobre laicismo, feminismo, y sobre el partido. Con ocasión de su
estancia en Miami, le pedí que atendiese a una amiga albaceteña y según me
contó mi amiga, se mostró con ella receptiva, amable y hospitalaria.
No estuve tan en contacto con ella en este último año, como
para conocer su visión sobre la situación del partido hoy. Pero si lo estuve en
su momento, para calificarla como una mujer de principios, cosa muy rara entre
los políticos que ahora nos dirigen. Muchas veces he pensado que su dimisión y
marcha a Miami tenían relación con saber que se acercaba una ruptura interna
en el PSOE, de la que ella no quería ser uno de sus motivos. En el Congreso de
Sevilla, ya existían las intrigas de barones como los que existen hoy, y sé que
muchos que ahora la lloran, son los mismos que le cerraron el paso entonces por
activa y por pasiva.
Pero años después de ese congreso del 2012, estoy convencido
de que el gran error de Carme Chacón fue creer que se podía cambiar el PSOE
desde dentro, manteniendo la fidelidad a una dirección histórica e impermeable.
También califico como error, su dimisión de la última Ejecutiva Federal que
acabó forzando la salida de Sánchez, pero es mi opinión. Pese a esa dimisión, a
Carme Chacón ya se la consideraba amortizada y había quedado en el olvido
político. Así era hasta hace unos días, en que su imagen apareció en la
presentación de Díaz en Madrid. Muchos se lo reprocharon, pero todos somos
libres de posicionarnos y ella ejerció su libertad. Quien se siente amiga de
sus amigos, tiene fidelidad personal y no tiene que ser necesariamente
ideológica. En el pasado reciente Diaz la había apoyado a ella. Pero sea cual
sea el caso, eso nunca justifica que su nombre se utilice en estas primarias.
Descanse en paz una política que estuvo siempre donde su
partido la necesitaba, aún a riesgo de no ser entendida en Catalunya. Una mujer
valiente que supo convivir con una grave enfermedad. Que como cualquier ser
humano tuvo sus errores y sus aciertos, sus luces y sus sombras. Su
muerte ha sido una desgracia ocurrida demasiado pronto, porque Carme era
demasiado joven. Eso es lo que ha hecho su caso más impactante, porque si
fallece dentro de tres décadas, pocas serían las necrológicas dedicadas por
medios que hace no tanto la machacaban.
No me parece propio de socialistas, aprovechar su muerte en
ningún sentido, pero mucho menos que algunos hayan esperado a que muera para
calificarla como política de altura. Pero más indignante aún, es ver en las
redes sociales como, junto a manipuladores que intentar sacar rédito a su
muerte, conviven otros, que con seguridad le harían un bien a su estado
emocional, meditando sobre por qué destilan tanto rencor contra los socialistas
y hasta aprovechan una muerte para sus ataques desmedidos a quienes militan en
el PSOE.
Estoy convencido de que visiones objetivas no existen, y por
tanto la mía tampoco puede serlo, y menos aún, con Carme. Por eso, sabiéndola
una amiga, acabo con algo que pueda compartirse por todos: descanse en paz la
persona Carme Chacón.
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