10 de diciembre.-
INDECISOS
A una semana de la cita con las
urnas, y en una situación con cuatro fuerzas políticas con expectativas más o
menos similares de voto, sube como la espuma el valor del voto de los llamados
indecisos. Leía un trabajo de Maria Navarro Sorolla en el que señalaba que los
que aún no tienen decidido su voto el 20D, son de ideología centrista y residen
la mayoría en las ciudades. Obviedades ambas, ya que quien tiene ideología no
es indeciso, como mucho duda entre los partidos que pueden representarla mejor,
y que la mayoría residan en la ciudad no lo es menos, porque en los pequeños
núcleos rurales la población no se permite vivir en la indecisión (por
diferentes motivos), aunque en poblaciones mayores de veinte mil habitantes,
que pueden calificarse más como ciudades que como pueblos grandes, seguro que
también son numerosos.
Si se miran las diferentes
oleadas sobre intención de voto del CIS, se observa que el porcentaje de
indecisos ha ido disminuyendo paulatinamente desde finales de 2013, y que en
las encuestas del CIS, los indecisos casi nunca recuerdan que votaron en
anteriores elecciones generales. Pero en estos últimos días de campaña, esos
“desmemoriados” se convierten en el objetivo de todos los partidos. Saben que
en este escenario a cuatro, son los indecisos quienes sostiene la sartén por el
mango, y quienes con mucha probabilidad, van a decidir qué candidato será el
próximo presidente del Gobierno.
Pero dentro de los indecisos,
objeto de deseo, también hay un bloque de olvidados. Mi admirado Eduardo
Galeano los describe maravillosamente en su poema “Los nadies”, cuando afirma
que "son los que sueñan con salir de pobres, con que algún mágico día
llueva de pronto la buena suerte, pero nunca cae del cielo la buena suerte, por
mucho que los nadies la llamen. Ellos son los hijos de nadie, los dueños de
nada, los que mueren la vida, jodidos y rejodidos, que no son seres humanos
sino recursos humanos. Esos que tristemente en muchos lugares del planeta,
cuestan menos que la bala que los mata". De esos también hay en este país,
aunque parecen invisibles, y tras la crisis económica, malviven desaparecidos.
Son los pobres, esos de los que
nos acordamos en navidad, esas gentes que no tienen quien les escriba su
historia, porque la historia siempre se escribió por quienes vencieron su
particular guerra del día a día, y ellos se despiertan cada mañana ya
derrotados. Son miles, pero no los veremos en la televisión en ningún
telediario, que solo nos recordará que existen cuando algún prohombre con cargo
público, afirma que su presencia ensucia las calles de nuestras ciudades. Son
los eternamente despreciados, a los que los candidatos nunca se encontraran en
sus constantes viajes de ida y vuelta al centro político porque residen en los
extramuros de la política, pero tampoco los buscan porque ellos nunca se
sienten representados en ningún proceso electoral, y no suelen acudir nunca a
votar.
La letra de una canción del grupo
Elzurdo les describe muy bien “Ella se llamaba Olvido, a él le llaman chico
Nadie, no sabían que eran vecinos, vivían en la misma calle, la calle sin
apellidos, vivían en la puta calle”. Son muchos, son indecisos, pero son los
olvidados, los nadies, que no saben que de ejercer su derecho otro gallo les
cantaría.
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