martes, 1 de diciembre de 2015

ASÍ VI EL DEBATE

1 diciembre.-

No pude seguirlo en directo, lo he visto hoy. Ya tenemos el primer debate televisado, de los varios que nos esperan, entre los diferentes candidatos a la presidencia del gobierno. La primera impresión es de sorpresa porque se me ha hecho poco pesado, para lo plomo que resultaron otros debates en años anteriores. Constatadas dos ausencias notables: la de un Rajoy, a cuyos seguidores les da igual que acuda a debates como que no lo haga, porque aún valorado por algunos de los suyos como “un inútil” le seguirán votando; y la de Garzón, al que todo el mundo parece empeñado en hacerle desaparecer de la escena, más que por perjudicarle a él, por favorecer a otros.

Iglesias, me dio la impresión de estar más pendiente de pronunciar frases hechas, y que sus simpatizantes rápidamente refrendasen en la web su triunfo en el debate, que de dar la sensación de tener capacidad y peso político para llegar a presidir el gobierno del Estado. Se había fijado como único objetivo morderle votos al socialismo, y ese objetivo fue transversal en todas sus intervenciones. Buscó hacer de la socialdemocracia su presa, y con ello permitió escapar sin hacerle el más mínimo daño a la derecha emergente que representa Rivera. Lo que debía ser un objetivo compartido con Sánchez, no lo fue, y la única diana de sus dardos fue Sánchez. En un momento se mostró incluso agresivo con él, en las críticas a su propuesta económica, y no evito dar la impresión de que se contradice con su discurso en pro de la unidad de la izquierda de hace unos días, al no era atacar a la derecha sino a la opción socialista. Aún con la satisfacción de sus seguidores, no ha sido la intervención de ayer la más brillante que le he visto.

Rivera, jugó al escondite con Iglesias y Sánchez. Se sabe mucho más ambicioso que ambos, y paso el debate esgrimiendo sus dotes de camuflaje. Estos meses ha dado buena muestra de esa habilidad, al lograr que siendo la de Ciudadanos una ideología de derecha, liberal sí, pero aledaña a la derecha radical (la de la arrogancia y el ordeno y mando), haya logrado atraer a tradicionales votantes de la izquierda con su discurso de centralismo. Recuerda con su postura, a la de aquel Aznar que se sentó a esperar pasar el cadáver de su enemigo Felipe, sin importarle el cuerpo aún caliente de Miguel Ángel Blanco, si le era útil como trampolín de su ambición. También Rivera se ha sentado en el escalón de la puerta esperando recoger a todos los desencantados de uno u otro sin importar ideologías, sin reparar en si su propuesta conlleva más sacrificios de la clase trabajadora. Y lo más triste, a esa colecta ayer contribuyeron Iglesias y Sánchez que no lograron levantarle los pies del suelo, afanados en sus disputas. También Podemos jugó en su momento con la ambigüedad con la que hoy actúa Ciudadanos hasta que se le vio el plumero, pero Rivera sabe que a sus rivales ya no les queda tiempo para desmontarlo a veinte días de las urnas.

Sánchez, inició su intervención con cierto titubeo hasta asentarse. Recurrió a las transformaciones socialistas del pasado, a la denostada por el PP herencia socialista, pero sin acabar de mostrarse orgulloso de ella y del pasado reciente, que en ocasiones transmite como un lastre más que como un valor. En su exposición intentó desarrollar su propuesta programática, pero quizás se dispersó en muchas propuestas, en lugar de agarrarse a cinco o seis mensajes fuerza. Puede que el programa socialista sea el más completo y concreto de los tres que ayer se debatían, pero a Sanchez le faltaron concreciones de esas que el electorado no se olvida. No debió otorgar ningún protagonismo a un Rajoy ausente, mientras dejo salir vivo de entre las zarzas a Rivera, olvidando que hay poco más que añadir a la nefasta gestión de Rajoy, y que es Rivera quien se ha convertido en su verdadero enemigo.

Y hubo un cuarto candidato, que fue el medio de comunicación que organizaba el debate, medio que lo utilizó claramente para que quedase claro que quien organizaba el debate era ese medio, y que por lo tanto sucediese lo que sucediese entre los candidatos, ellos ya eran los vencedores del debate por haberlo organizado.

Veinticuatro horas después tenemos valoraciones para todos los gustos, y a semejanza de debates en elecciones anteriores, todos han resultado vencedores. Algunos medios dan vencedor a Rajoy por no ir, como no podía ser menos. En las redes sociales dan vencedor a Iglesias, porque la actividad de su partido en ellas supera con mucho a la de los demás, pero son conscientes de que a su soñada recuperación en el último tramo de campaña le falta tiempo. Entre Sánchez y Rivera pugnan por el segundo puesto, y a esa pugna en el debate le faltó carne y asador.

En cualquier caso es solo un primer debate del que los tres seguro que han aprendido, frente a un ausente Rajoy, al que lo que podamos pensar los ciudadanos le importa un bledo, sabedor como es, de tener garantizado un voto cautivo dispuesto a arrojar nuestro futuro al cubo de la basura, si él se lo pidiese.

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