Aunque
deseable un pacto progresista de gobierno, todos sabemos que no será fácil de
alcanzar. Demasiados los intereses y demasiados los protagonismos personales de
los divos de todas las formaciones, los que confluyen para que sea posible. Y
si se alcanza, mucho trabajo por delante solo con derogar la cantidad de
legislación aprobada en estos cuatro años, que para los ciudadanos es urgente,
y con el muro que supondrá un Senado con mayoría absoluta del PP. Difícil pero
no imposible el gestionar esa coalición, y Sanchez debe intentarlo si en Ferraz
se lo permiten.
Por
mucho que en el PP sigan con su machacona idea (impropia en una democracia
parlamentaria), de que debe dejarse que gobierne el partido más votado, no es
menos democrático un gobierno de coalición de la izquierda, que además tendría
toda la legitimidad que le otorga haber obtenido más votos que el conjunto de
la derecha. Dos grandes dificultades para lograrlo: el desafío de Cataluña, que
requiere de un nuevo
modelo territorial, y mientras ese modelo se negocia, el compromiso de un
referéndum debería aparcarse, que no olvidarse; la otra rémora que supone el
cainismo de la izquierda, que dificultará que se apueste decididamente por la
unidad, al estar muchos pensando en cómo quedarse con el espacio político del
que está a su lado.
Con
este panorama, el horizonte adivinable hoy domingo 27 de diciembre, es que nos
dirigimos hacia una legislatura que con PP o coalición progresista se prevé
corta. Nos vienen unos meses en que todos los partidos jugaran según sus
estrategias, sin que nadie ceda un ápice en sus posiciones. Eso acarreará en
poco tiempo, la sensación de encontrarnos en una situación de bloqueo, lo que
muchos aprovecharan para recurrir al miedo, a afirmar que nos convertiremos en
otra Grecia, a decirnos que si no se continua con las reformas que ordena
Europa no hay salida. Tampoco guardaran silencio los empresarios que nos dirán
que sin Mariano no hay futuro, y de remate tendremos a la iglesia española
metiéndose donde no la llaman.
Todos
esos elementos perseguirán como objetivo común,
que vuelva a gobernar el PP, y para convencernos nos dibujaran esa
alternativa como el mantra de la estabilidad, y les escucharemos exigiendo al
PSOE una altura de mirar que ellos nunca tuvieron ejerciendo como oposición.
El
diagnóstico es que hasta marzo nos esperan meses de incertidumbre. El termómetro
que nos dirá si el puzle tiene solución o no, serán los movimientos que se
realicen desde las diferentes formaciones, porque si no creen posible un
gobierno, rápidamente apuntaran sus focos a preparar sus arsenales para la
próxima cita electoral.
La
primera clave para completar la solución final, la tendremos el lunes cuando
sabremos si se le permitirá a Sanchez explorar las posibilidades de ese
gobierno progresista, o por el contrario se hace caso a los que piensan que no
se debe buscar ese acuerdo. Si alguien apuesta por esperar la llegada de un
nuevo mirlo blanco que se instale en Ferraz, debería valorar, si por esa
espera, cuando finalmente llegue, pueda encontrase que el edificio ya está en
cenizas. Mejor no esperar milagros, impropios de una izquierda laica.
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