El 20 D tiene que significar el
fin de cuatro años de recortes de derechos y libertades a los trabajadores. Y
digo más, aún con un nuevo gobierno del PP, no se pueden volver a repetir.
Todos los comentaristas parecen empeñados en señalar la difícil situación del
PSOE con las exigencias de Podemos, olvidándose que su situación empezará a
ser difícil solo a partir de que el PP haya fracasado en su intento por formar
gobierno, pero no antes.
Desde la misma noche del domingo,
los medios que han propiciado con sus encuestas que se distorsione la realidad
y así inclinar la balanza de los indecisos hacia sus intereses corporativos,
ahora buscan de todas las maneras imaginables, presionar al PSOE para que
permita que Rajoy sea investido Presidente del Gobierno. Son esos mismos medios
que nunca presionaron a Moreno Bonilla para evitar que se repitieran las
elecciones en Andalucía, lo que resulta paradójico. Esos medios que han
impedido en campaña que los ciudadanos piensen qué sociedad interesa a la
mayoría, aunque en eso han contado con la connivencia de algunos partidos. Esos
medios, ahora piden en sus editoriales “responsabilidad” a los socialistas para
que puedan mantenerse las instituciones. Simplemente lo calificaré como
curioso.
Pero como ya suponían, están encontrando
en su empeño, el apoyo de un sector del PSOE. Es un sector que piensa, que todo
el partido está obligado a comulgar con su visión, y que curiosamente es el
mismo que nunca se ha dado cuenta de la existencia de diversidad de ideas
conviviendo en este partido, puede que porque nunca preguntaron a sus bases. Y
también tenemos otro sector, que intenta forzar llegar al gobierno a toda
costa, aun sabiendo que para lograrlo el PSOE tendría que aceptar los
postulados de la izquierda representada por Podemos, y de los independentistas
de los partidos nacionalistas.
Las fichas del tablero hacen, que
para que Rajoy gobierne el PSOE tenga que optar entre votarle o abstenerse. Si
vota a favor de la investidura de Rajoy, en Ferraz se quedaran solo los que no
entienden el socialismo como una permanente vocación de cambio, sino como una
adaptación al ambiente conservador que desde la transición se ha ido instalando
en nuestra sociedad y por analogía en el PSOE. Si se abstiene se admite que el
PSOE no tiene un proyecto de país, cuando realmente si lo tiene, y que define en las propuestas programáticas
con que se ha concurrido a estas
elecciones. Decir a los votantes socialistas que su voto servirá para tener que
soportar cuatro años más a Rajoy en el gobierno, implica que mejor cerramos el
chiringuito por liquidación de existencias.
La situación no es fácil, porque
el Psoe es rehén de ser la única pieza clave para cualquier combinación que
permita formar gobierno. Junto a las ventajas de ser la primera fuerza de la
oposición, conlleva la servidumbre de que tendrá que decidir cuando llegue su
momento. No optar por intentar gobernar, es vivir en la contradicción que
supone, no querer una sociedad como la que tenemos, pero a la vez permitirla.
Sería como aceptar que la gente se siga empobreciendo, y hacerlo en nombre de
su bienestar. Tenemos un parlamento fragmentado, pero en el que queda claro que
somos un país de izquierdas.
Y puestos a tenerlo claro, quien
más claro lo tiene es el PP, que sabe que su obligación es la defensa de los
intereses de una minoría social, aunque para conseguirlo deba disfrazarse de
defensor de los trabajadores para que un sector de estos les crea. No se puede
cuestionar que Podemos se ha alimentado fundamentalmente de votantes del PSOE
desencantados, la causa es que no han percibido una claridad ideológica en su
partido. Pero eso no impide que Podemos no tenga también las manos atadas por
su promesa de referéndum a los catalanistas, sin la cual hoy no podría ser la
tercera fuerza del Parlamento. Su búsqueda de voto en todos los caladeros
también le produce servidumbres.
Sin embargo, es precisamente la
situación de ingobernabilidad que tenemos delante, la que hace fundamental
recuperar al PSOE pero para que aplique la ideología socialista que supone
estar dispuesto a abordar los problemas que afectan a la mayoría social, para
lo que tiene que guardar de una vez en el armario el juego conservador y
mediático de las formas y las apariencias. El socialismo será la alternativa si
se pone del lado de las legítimas aspiraciones de esa mayoría social, pero no
puede serlo si sigue pareciendo un juguete roto en manos de la derecha.
Necesitamos un Gobierno de
izquierdas que derogue las leyes retrógradas que nos ha impuesto el PP,
haciéndonos retroceder décadas en derechos y libertades. En esta situación el
PSOE no puede permitir con su voto, ni con su abstención, que el PP vuelva a
gobernar el país. Si Rajoy no puede conseguir la mayoría suficiente para formar
gobierno, que sean el resto de partidos quienes le apoyen, y si no lo consigue
entonces le tocará el turno al PSOE.
Es entonces cuando corresponderá
al PSOE marcar las líneas rojas y no a los demás, y no tiene por qué
comprometerse en el cumplimiento de las promesas de otros y menos de cuestiones
que no son asumibles ni para el PSOE, ni para la mayoría de los ciudadanos.
Mientras tanto, el responsable de evitar que se repitan elecciones es el PP
como partido más votado.
Cuando el PP no pueda lograrlo,
empezará la responsabilidad del resto de partidos, pero no será solo del PSOE,
como desde el domingo por la noche los medios nos están haciéndonos creer.
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