El PP ha convertido
a Podemos en el objetivo de sus dardos, convirtiéndose así en su mayor
empresa de propaganda, lo que lamento es que algunos compañeros
socialistas parecen no ser conscientes de ello, y siguen empeñados en
entrar en ese juego. Un socialista habla de Pablo Iglesias con mayúsculas,
no de Pablo Iglesias.
Los ciudadanos rechazan
la política, porque rechazan a los políticos, y la causa de ello son exclusivamente los políticos. Los partidos se
perciben como si todos sus cargos públicos fuesen políticos profesionales,
que en la política tienen un salario, y que están más pendientes de su propio
bienestar, que del de los demás. Pero no todos los políticos son iguales,
porque no es igual estar en la cúpula de un partido, que ejercer la política
en un pequeño Ayuntamiento, o sencillamente desde las bases. En las bases
se defienden unos principios, pero es cierto, que llegar a la cúpula de un
partido requiere, además de esos principios, una dosis de ambición personal,
que solo unos pocos poseen. Pero es esa minoría que está en las cúpulas la
que representa la imagen del conjunto de la militancia, y ahí puede estar
el origen del rechazo al colectivo.
La estructura de los
partidos se adapta a los fines que cada uno persigue, pero en cualquier
estructura, la cúpula no puede tratar
a las bases como si fuesen fervorosos creyentes de un dogma,
obligados a acudir a sus homilías los domingos y fiestas de guardar. Las
bases de un partido no son feligreses sino portadores de opinión. Si un
partido no escucha a la calle, son sus dirigentes los que no escuchan a la
calle, porque sus militantes son parte de esa calle.
Para los socialistas sólo hay un PSOE, y está dirigido por quien los militantes han
decidido. Las alternativas, los críticos y disidentes internos son
imprescindibles, y si faltan esos, llega el inmovilismo y la muerte de la
organización. Si existen cuestiones internas es porque no han sido
solucionadas, y eso se debe a que ha faltado voluntad para hacerlo. La
disidencia debe aplazarse entre congresos, pero eso no puede significar su
silencio y el total asentimiento a los dirigentes. Un solo PSOE con
diversidad en las formas de entender la política en su interior, ligadas por
los valores de libertad, equidad, justicia social y solidaridad, y deben
defenderse esos valores hacia fuera, pero también ser defendidos hacia dentro
de la organización.
Si todo lo anterior
es compartido por los socialistas, no se comprende que hoy hablemos más de
personas que de nuevas ideas. Ese PSOE se parece poco al que creo Pablo
Iglesias, más preocupado por hablar de soluciones que de los problemas que
las necesitaban, de los ciudadanos que del Estado o las Regiones. Ese es el
socialismo que acerca la política y los políticos a sus ciudadanos.
Para recuperar la
identidad socialista, se puede empezar por dar respuestas sobre cuáles
serán los yacimientos de empleo en los que un gobierno socialista prevé
crear los puestos de trabajo que este país necesita. Como les
garantizaremos a los trabajadores un salario digno y a los mayores una
pensión digna. Que haremos para que la igualdad de hombres y
mujeres sea real, y no solo una declaración. Como restauraremos la
sanidad y educación públicas, los servicios sociales y la atención a los
dependientes. Como mejoraremos la vida de los agricultores y los ciudadanos
rurales, y a la vez protegeremos el medio ambiente e impulsaremos las
energías renovables. Eso es lo que la gente espera de un partido que quiere
gobernar, no que acuse a los demás partidos de carecer de programa.
Pero para muchos
socialista, parece que nuestro partido no está en eso. En la cúpula
parecen estar desconcertados ante el boom de Podemos, pero lo que
realmente es preocupante, es el desconcierto de las bases sobre nuestra
identidad como partido, y el desconcierto que transmiten algunos dirigentes
ante los problemas de los ciudadanos. Mientras se requiera tiempo para
solventar cuestiones internas en lugar de dedicarlo a atender las demandas de
los ciudadanos, seguirá aumentando su cansancio y su desafecto hacia quienes se
dedican al noble oficio de la política. Los ciudadanos queremos que los
partidos se dediquen más a la política y menos a sus políticos.
Tomas Jefferson dijo,
que cuando alguien asume un cargo público, debe considerarse a sí mismo como
propiedad pública. Y algunos parecen haber olvidado algo tan elemental como
eso.
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