Se acerca el final del plazo para la recogida de avales por
parte de los candidatos a la secretaria general del PSOE. Contrariamente a lo
que debería serles exigible, los cargos públicos socialistas
empiezan a posicionarse públicamente en apoyo a uno u otro candidato. No
les niego todo el derecho que les corresponde porque antes de cargos son
militantes, y el proceso en el que estamos tiene su importancia
precisamente porque dicen que es la hora de la militancia. Pero eso nunca
puede ser una justificación para que no mantengan la neutralidad que el
ejercicio de su cargo orgánico les obliga a mantener en un proceso que debe ser
transparente y cristalino.
No son una muestra de neutralidad las llamadas
telefónicas, habituales en estos días, para que los alcaldes o los
secretarios generales de las agrupaciones locales, recojan avales a
favor de un candidato (parece que para ellos solo existen dos) entre los
militantes de su localidad. Y no solo por teléfono, también en las redes
sociales se nos intenta manipular a los militantes incorporando a los
llamados “grupos de apoyo a un candidato”, a nombres de personas con una
cierta relevancia y capacidad de influencia entre la militancia socialista, cuando
esas personas no han mostrado de motu proprio ese apoyo.
Si sería actuar con neutralidad, que esos cargos
hubieran exigido un debate público entre los candidatos y que eso permitiese a
la totalidad de la militancia conocer en profundidad lo que están apoyando
cuando firman su aval. Hay militantes informados de los programas de cada
candidato, pero también son muchos los que avalaran en función solo de la
imagen o de quien les solicita el aval. No he escuchado a ningún responsable
exigir ese debate de ideas, aunque se llenen la boca defendiendo la
necesidad de ese debate ideológico.
Mostraré públicamente mi apoyo, cuando los candidatos ya
cuenten con los avales necesarios, porque creo que la exigencia de un
número mínimo de avales restringe las posibilidades de opción a los militantes,
y si se piensa que un exceso de candidatos desvirtuaría este proceso, desde
la federal podría haberse planteado una segunda vuelta. También un número
máximo de avales por candidato hubiera dado igualdad de oportunidades a todos.
Si ya en esta primera fase no se actúa con neutralidad
para con todos los candidatos, no quiero imaginar lo que será la
votación del 13 de julio, ni que nuevas maniobras orquestales en la
oscuridad se podrán realizar por parte de las direcciones regionales
y provinciales, para que el resultado que salga sea el de su agrado.
Posiblemente los militantes necesitemos aprender, y no que nos enseñen, lo que
son unas primarias.
Pero a muchos también nos resulta curioso, que quienes
así actúan sean los mismos responsables de las direcciones que
ayer se mostraban ofendidos cuando proponíamos designar una gestora para
supervisar y garantizar la imparcialidad en el proceso electoral. En
esa propuesta veían una desconfianza con el actual secretario general
que decían que no se la merecía, sin pensar que la desconfianza era en
ellos, y su manera de actuar ahora viene a justificarla. Debían temer que
esa gestora les impidiese la utilización en favor de un candidato, de las
influencias que implica el cargo que ejercen, y de los datos sobre la
militancia de que disponen.
La parcialidad solo es concebible en quien actúa pensando
más en sus posaderas, que en lo que hoy necesita el partido. Han olvidado
que andando se hace camino, y la situación del PSOE requiere que se piense más
en avanzar que en los intereses propios. Moleste a quien moleste, creo que
actuar así emana un cierto tufillo maniqueo y es una falta de respeto a la
ideología socialista. Por si aún no se ha dado cuenta, en este proceso se
muestran más interesados los cargos del partido que sus militantes, y
eso es lo contrario a lo pretendido en principio.
Si se quiere desterrar la desafección ciudadana con la
política y mejorar la democracia interna, no parece como lo más recomendable
este modo de actuar. Y me temo que si esta vez no se consigue, ya no
valdrá solo con volver a lamernos las heridas, y que todo siga igual. Esta
vez no parece que el electorado esté por permitirnos más errores.
Algunos verán en este artículo un comentario negativo
para la organización en la que milito, pero a mí sí me preocupa lo que
pase en mi partido, y no hacerlo me convierte en cómplice de todo lo que
está pasando. No estoy dispuesto a admitir, que a pesar del esfuerzo que
para toda la militancia supone el proceso en el que estamos, no se guarde una
escrupulosa neutralidad para con todos los aspirantes.
Las formas son muy importantes, y con la elección de un
nuevo secretario general, no se debe solo transmitir una imagen de
democracia interna o una manera de dar paso a las nuevas generaciones, sino
de establecer mayor democracia interna que sirva para dar un cambio profundo en
un partido totalmente encorsetado y en el que los muchos cambios aprobados
en congresos y conferencias se quedan luego solo en palabras. De no
hacerlo bien, lo lamentaremos todos, no solo los dirigentes, porque los
ciudadanos perdonan menos las apariencias de democracia que su ausencia.
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