Mientras
los españoles andamos distraídos con la abdicación real, con los choriceos
nacionales o con las primarias en el PSOE, en Europa nos la están jugando y
bien. El proyecto de tratado de libre
comercio entre la UE y EEUU (TTIP), puede ser el golpe definitivo para implantar
de pro vida que el empleo en Europa sea precario y sin los más mínimos controles
laborales y sin importar los cuidados ambientales. Solo
saber que se hace en beneficio de las
grandes multinacionales, que conseguirían
reducir los costes y evitar someterse a las diferentes regulaciones existentes
en Europa.
El gran objetivo de este acuerdo es la liberalización de
todos los sectores de servicios, y sobre todo de los servicios financieros. Llama la
atención, que mientras por un lado nos hablan de imponer una tasa a las
transacciones de capital, con este
tratado se eliminan las regulaciones existentes de los distintos gobiernos, y
deja barra libre para las grandes transacciones entre las grandes bolsas
mundiales. El tratado tiene el visto bueno de los mismos que prometen imponer esa
tasa.
El TTIP concentra todo el poder económico y político en las
manos de las elites económicas. Ejemplo de esto es que uno de sus objetivos es eliminar el Principio de
Precaución que regula el uso de las sustancias químicas peligrosas o las normas
de seguridad alimentaria, que en estos momentos les impiden aumentar sus
exportaciones.
Como médico
me aterra que con este tratado primen los
intereses de las empresas farmacéuticas y a las de servicios hospitalarios, sobre
los de los pacientes, ya que les permitiría a aquellas impugnar por vía legal
la existencia de servicios públicos de salud, y a la vez debilitaría las posibilidades de acceso de los pacientes
a muchos medicamentos puesto que el TTIP refuerza los derechos de
propiedad intelectual y eso impedirá la
elaboración de medicamentos genéricos, lógicamente más baratos.
Tampoco
la salud alimentaria se escapa a las consecuencias de este tratado, que tendrá especial incidencia sobre los
organismos genéticamente modificados (más conocidos como transgénicos), que ahora en Europa requieren de una supervisión, y tras
este tratado ese requisito desaparecerá.
Como
trabajador en el medio rural, me preocupa también que el tratado resulte catastrófico para las pequeñas empresas locales que verán
mermadas sus ventas a organismos públicos, puesto que al obligar a estos a
hacer concursos públicos abiertos para que puedan concurrir empresas de
cualquiera de los países firmantes del tratado, esto colocara a las empresas locales frente a grandes multinacionales con
todas las papeletas para perder la licitación.
Sobre el
medio ambiente su incidencia no será menor, y así, el ahora popular fracking u obtención de gas y petróleo
mediante la fractura hidráulica, vería
como las normas europeas que lo prohíben tendían menor rango que el tratado.
El estudio de impacto de la propia Comisión Europea, ya
advierte lo negativo que resultará este tratado para el empleo, con importante
pérdida de puestos de trabajo en sectores ya muy debilitados como el sector
ganadero, del azúcar, fertilizantes
agrícolas, madera y papel, maquinaria electrónica, etc.
Si
con la firma de este tratado, la UE
permite que primen los intereses de las grandes empresas sobre los derechos
laborales de los europeos, el derecho a la huelga o el de negociación
colectiva no hará falta que se los cargue cada gobierno de derechas en su
respectivo país, sino que con la firma de este tratado, todo ira incluido en el
paquete.
A modo de
resumen, este tratado solo sirve para que
continúen creciendo las desigualdades entre los europeos, y dentro de todos y
cada uno de los países que componen la UE. Sería muy de aconsejar que los europarlamentarios de izquierdas, se negasen a
su ratificación, salvo que hayan decidido apostar porque los trabajadores
europeos en general, debamos conformarnos de por vida con solo aspirar a un
salario de miseria.
Si no recuperamos un cierto peso para la izquierda en Europa, estamos perdidos
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