Escuché la entrevista radiofónica con el presidente del
Gobierno. Estuvo en su línea habitual, comienza pareciendo que va a decirnos
algo, y acaba no diciendo nada o resaltando solo obviedades. Pero como
estamos en época electoral cualquier noticia es una buena noticia, y sea el
dato positivo o no, automáticamente se convierte en motivo de satisfacción y en
el resultado de lo bien que gobierna el PP.
Decía Rajoy que un descenso escaso y temporal del desempleo
era un buen dato, pero de esa entrevista me resultó especialmente llamativo
oírle decir que un euro y medio de subida al mes de la pensión de nuestros
mayores, le pareciese suficiente motivo al presidente para afirmar que en
España no se han congelado las pensiones, e incluso rematar la frase con la
muletilla de siempre pero ampliada: “frente a lo que han hecho todos los
países rescatados e incluso Francia”. Hoy no le tocaba ser único culpable a
Zapatero, y tuvo para todos los países.
Esas declaraciones han traído a mi mente, la imagen que a
finales de cada mes se repite en la puerta de las entidades bancarias de
cualquiera de nuestras ciudades y pueblos. Hace unos años los pensionistas
salían en esas fechas con cara de satisfacción, la que les producía la
sensación de pasar de no cobrar nada a percibir una pensión (escasa siempre,
pero cada año más digna) en los primeros años de nuestra democracia. Hoy
han aprendido a resignarse con la congelación en el último año de
gobierno socialista, y a la falsa subida que ahora el PP les ha impuesto.
En la consulta comentan con frecuencia, como viven
con más austeridad, o como les cuesta adquirir los medicamentos más caros o
como en la tienda compran solo lo imprescindible. Se les nota tristes,
cabizbajos, casi acobardados, con el reflejo en el rostro del estado de
indefensión al que conduce la pobreza.
Pero a pesar de esa melancolía que expresan, los
pensionistas han sido capaces de acoger en su caja a los hijos que un día se
independizaron, y a los que la crisis les ha hecho regresar al hogar paterno,
aun habiendo perdido más de dos puntos de su poder adquisitivo en los últimos
años. Puede estar seguro este gobierno, de que no se ha producido un
estallido social en muchos de nuestros pueblos, por la solidaridad y la
capacidad de aguante de nuestros mayores.
Pero parece que el trato cicatero a los mayores no ha
terminado aún, sino que va a agravarse en el futuro Así se deduce de
los documentos del Programa de Estabilidad 2014-2017 presentado a las
autoridades de Bruselas por el gobierno español, donde se fija que, aunque las
cosas fueran mejor para la economía nacional, la subida de las pensiones
seguirá siendo del 0,25% hasta 2017. Rajoy podrá llamarla “revalorización
de las pensiones”, pero esa mísera subida es más insultante que mantenerlas
congeladas, porque ni de una forma ni de otra compensara el aumento de la
inflación que soportamos, pero al menos no se actuaría cínicamente.
Y no solo sufrirán una falsa subida, sino que el
gobierno parece interesado en ocultar (en elecciones esto no se menciona), que seguirán
soportando las subidas de los servicios, de las medicinas, de la luz, del
teléfono, de los impuestos directos e indirectos, etc. Puede contarlo Rajoy
como desee, pero su fórmula de revalorización perjudica a todo este
colectivo, y supone mermar su poder de consumo. Muchos
abuelos comparan el abuso que sufrían de sus patronos en los años de la
dictadura franquista, con los tiempos de hoy en que sienten que quienes abusan
son sus gobernantes.
Los pensionistas son un colectivo transversal en todas
las capas sociales, y la radiografía de cómo se sienten tratados los
pensionistas españoles, puede hacer reír o llorar dependiendo del escalón
social en el que la crisis les encontró. De un lado, los pensionistas
de clase alta que se permiten sacar a pasear los billetes de quinientos euros
guardados en casa sin ningún reparo, para complementar su pensión con la
especulación, y muchos manifiestan notar, eso sí, gracias a Rajoy, la
recuperación de la crisis. De otro los demás pensionistas: los de clase
media se conforman con que sus hijos sean clase obrera y no formen parte de la
lista de los seis millones de desempleados; los de la clase obrera aguantan con
pensiones insuficientes viendo cómo se empobrecen un poco más cada día y a
duras penas subsisten.
Pero sobre todo es sangrante la situación de los más
humildes a los que la crisis ha convertido en indigentes y los encuentras
rebuscando en los contenedores de basuras, esos a los que munícipe como
Botella acusa de ensuciar la imagen de las ciudades. Ellos serán la parte
más negra de la herencia de Rajoy, pero en conjunto la herencia son unos
pensionistas españoles que caminan hacia el final de sus días pendientes de
dadivas del gobierno de turno, de la nuevamente necesaria caridad cristiana, o
de la generosidad de sus hijos.
La conclusión es muy sencilla, en época de crisis siempre
se salvan los mismos. El gobierno se tenía muy bien guardada la jugada
de la falsa subida de las pensiones, que es la mejor definición de esta mal
llamada revalorización, y esperó a llegar al poder para decidir cuál era el
momento más oportuno para descubrir sus cartas por temor a que no les votasen
los descontentos con la congelación de la época de Zapatero. Este trato a
los mayores es solo un síntoma de cómo nuestra democracia está en manos de
profesionales de la política, sin el más mínimo reparo con las consecuencias
que tengan sus decisiones. Sacrifican a los pensionistas aunque
sean quienes menos lo merecen, convencidos de su poca capacidad de protesta,
sin ningún temor a su respuesta que será el silencio.
Y en esta situación, hay que soportar al PP proclamándose
defensor del estado del bienestar, y a la oposición desaparecida en este asunto
o con la voz en tono bajo. En las manos de los mentirosos y manipuladores
hasta la verdad resulta manipulable, y ese es uno de los requisitos que se
pagan por vivir en una economía neoliberal.
El próximo día 25 de mayo, a pesar de la mentalidad
conservadora que dan los años cumplidos, nuestros mayores tendrán que optar
entre si continúan apoyando a un gobierno que les ha engañado, o decide
darle un sonoro “ya basta de abusar de nosotros”. Veremos lo que
deciden.
Cuando nuestros padres se jubilaron llegaron a ese momento pensando que era el momento de más calma, de menos zozobra de sus vidas. Reducirían sus ingresos pero la seguridad de percibirlos les daba tranquilidad y serenidad. Sabían que tendrían sus necesidades cubiertas sin depender en muchos casos de los hijos.
ResponderEliminarAhora no sólo llegamos a ese momento sin calma sino que, además, la espada de los recortes, de las pérdida de ingresos, de la congelación se avalanzan sobre nosotros.
El estado del medio estar se está dilapidando en nuestras narices y lo conseguido se pierde. No podemos resignarnos y como siempre habrá que estar en la calle y en las urnas defendiendo nuestros derechos y los de los demás-