domingo, 25 de agosto de 2013

Vivimos una democracia simulada


En muchas ocasiones, del análisis de cómo funciona nuestro estado, no es difícil concluir que nuestra democracia no es tal. Son muchos los aspectos que la asimilan más a un régimen impuesto, que a la expresión del deseo o designios ciudadanos. Si queremos que se produzcan cambios que la mejoren, no cabe duda de que la responsabilidad de hacerlo va a recaer sobre la izquierda, puesto que a la derecha política ya le va bien con la actual estructura de nuestra democracia.

Los socialistas, desde el inicio de la transición española, hemos defendido la necesidad de más democracia y mayor participación ciudadana, y por ello debemos ser los impulsores de la revisión de esas viejas estructuras desde las que se ejerce el poder político. Hacerlo implica la puesta en valor de los principios que siempre hemos defendido: igualdad, decisión popular mediante la participación de los ciudadanos en las grandes decisiones, transparencia en la gestión y acceso ciudadano a la información.

Es posible fomentar la participación en democracia a través de las nuevas tecnologías y las redes sociales, pero desde la izquierda debemos ser conscientes de que ello implica nuevas fórmulas diferentes a las de los partidos políticos o a los movimientos sindicales, de lo contrario va a ser difícil recuperar la con fianza en las formas de acción política.

De todas las cosas que merecen la pena cuestionarse sobre el actual modelo de estructura del estado español, la más llamativa es sin duda, por su importancia y relevancia en esa estructura, y porque su elección no es democrática, es  la Jefatura del Estado, y ese debate debería abrirse sin ningún tipo de miedos ni recelos. Si se quiere plantear un Estado moderno, la figura del Jefe del Estado no puede quedar al margen de esos cambios y de la elección democrática.

Ya sé que muchos pensaran que hay otras cosas más urgentes de abordar que esta cuestión, pero si se quiere plantear una modificación del actual modelo, este asunto no puede quedar para el final, y menos para los socialistas, que siempre nos hemos proclamado republicanos, y que aceptamos la monarquía como una solución al momento que vivía nuestro país a la muerte del dictador. De no hacerlo, pronunciamientos de democracia, igualdad y libertad de pensamiento, quedan reducidos a eso, meras manifestaciones sin contenido real.

No es un planteamiento para mañana, pero mientras esa cuestión se resuelve, la actual Jefatura ejercida desde la Casa Real, debería estar regulada mediante unas normas que  apruebe el Parlamento, y que contemplen sus funciones, su organización, sus presupuestos de ingresos y gastos, etc. En los últimos años estamos asistiendo a un deterioro de la imagen del a Jefatura del Estado, que ningún país democrático permitiría a su presidencia estatal, porque perjudican la imagen exterior de nuestro país. El gobierno actual, empeñado en la promoción de la Marca España, parece ignorar que la Jefatura del Estado es uno de los elementos más importantes de esa Marca.

Si nuestro Estado es una democracia, deberíamos sin temor, plantear un referéndum en el que los ciudadanos pudieran opinar sobre su deseo de continuar como monarquía o como república. La derecha se opone frontalmente a este planteamiento, pero los socialistas si somos tales, debemos plantear las actuaciones que puedan propiciar  la implantación de la República como forma de Estado.

Este planteamiento que hago a la Jefatura del Estado, debe ser aplicable a todas las estructuras estatales que no cumplan los criterios de elección directa por la ciudadanía. Cuando se cuestionan estructuras como el Senado, las Diputaciones y otras, la consulta a los ciudadanos solventa las dudas del legislador, y es a los ciudadanos a quienes nos corresponde expresar nuestra voluntad.

En un democracia, el poder debe ser ejercido desde órganos democráticos elegidos por los ciudadanos, o estaremos en una democracia que no es tal.

 

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