Penoso. Así podría resumirse con un solo calificativo, lo que ayer pudimos
contemplar quienes esperábamos la denominada “más importante comparecencia de
un Presidente de Gobierno en los últimos años”. Los portavoces de los grupos de
la oposición, hicieron su labor y Rajoy la suya, pero si alguien recuerda
dentro de unos días algo más que el “fin de la cita”, que levante la mano. Y
que un acto tan importante se reduzca a una frase que suena a chiste de
humorista televisivo…amén.
Ese calificativo no está en función de la mayor o menor calidad de las intervenciones,
sino de la sensación de decepción de un pueblo que esperaba la verdad, y que se
siente defraudado con su democracia. No es lo que digan, es el formato que se
aplica para decirlo. Lo que piensen en la sede de Génova me importa un
bledo, lo que se palpa en la calle, como socialista, me da pánico: esta
democracia ayer, defraudó a quien la vive.
Siempre
he creído que la manera de luchar contra una interpretación mediocre de la
democracia es con más democracia, y eso solo será posible si a la democracia
representativa se la complementa con mecanismos que la hagan más participativa.
En
estos tiempos en los que está de moda hablar de alianzas entre la izquierda
para afrontar los próximos procesos electorales, creo que sería mucho más
positivo plantearnos unir fuerzas entre la izquierda para cambiar el modelo institucional que nos dimos
con la Constitución.
La necesidad de revisar las estructuras e instituciones del Estado
desde las que se ejerce el poder, cada vez parece más imprescindible si queremos
incorporar valores irrenunciables de la izquierda como la igualdad, la
participación, la transparencia en las cuentas y en la actuación desde lo público. Dice el
aforismo que la información es poder, y si en una democracia el poder recae en
el pueblo, para que eso sea así, cualquier asunto relacionado con lo público,
la información debe estar siempre y en cada momento a disposición del pueblo si
este lo solicita.
Y apelo
a esa gran alianza de la izquierda para este fin, porque es a la izquierda a
quienes nos corresponde ser protagonistas e impulsores de esa profundización en
la participación y la transparencia. El PP se limitara a sus
estructuras caducas con sesgo franquista desde las que el ordeno y mando les
vale. A la izquierda no, y las nuevas tecnologías
y las redes sociales representan un instrumento de primer orden para facilitar
todos los cauces de participación posibles, porque solo así se podrá
recuperar la confianza en las instituciones.
Reformar las instituciones del Estado para que los
ciudadanos nos sintamos representados en ellas, y articular fórmulas que
permitan la consulta directa a la ciudadanía en las grandes decisiones, será la
única manera de lucha contra la desafección ciudadana de sus representantes políticos, y de una
valoración ciudadana de muchas instituciones que va del “no sirve para mucho”,
hasta el “no sirve para nada”.
Con un modelo participativo
y de voto ciudadano, el sainete de ayer no se hubiese mantenido por una mayoría
absoluta otorgada para gobernar, no para proteger a una panda de corruptos. Y
el resultado hoy seria penoso para los corruptos, y de aire fresco por las ventanas
abiertas de las instituciones, para todos los ciudadanos. Si las encuestas de hoy dicen que solo dos de cada diez se creyeron al
Presidente, significa que los ocho que no lo creímos no pintamos nada. Y a eso,
no puede llamársele democracia real, porque lo que tenemos es un sucedáneo.
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