domingo, 4 de agosto de 2013

La revolución aplazada

Siempre entendí, que ser progresista significa pelear día a día porque los ideales de libertad, igualdad y fraternidad estén presentes en todas y cada una de las actividades de la sociedad y de nuestra vida. Pero cada día podemos comprobar como hay quien a través de los medios de comunicación y en actos públicos,  está intentando cambiar el concepto de progresismo por un mensaje en el que progresismo es sinónimo de progreso, y este lo explican cómo reformas que no tienen  en cuenta los principios citados, sino criterios economicistas y privatizadores, usando la excusa de la lucha contra la crisis sistémica que padecemos, y la necesidad de crecimiento económico.

Hace unos días, escribía en este blog sobre las carencias de nuestra democracia. Carencias que, en gran medida, son debidas a un sistema ya obsoleto que nos dimos en la transición, y a los oídos sordos que ese sistema y sus gobiernos, han hecho de las reivindicaciones ciudadanas. Cuando en 2011 mucha gente joven se lanzó a la calle hastiada de esa sordera gubernamental ante la demanda de cambios y modernización necesarios en nuestro sistema político, se encendió una luz de esperanza de mejora. Pero ni el  gobierno de entonces, ni las reformas abordadas por el actual, han intentado responderlas. Parecen ciegos, y obcecados en no ver que la democracia española está hoy alejada de los ciudadanos, que estos la perciben como sumisa a los intereses de la banca y del gran capital, que la ciudadanía quiere un parlamento que realmente represente la pluralidad social que existe y sus formas de interpretar la política, que la gente desea un modelo de democracia en el que los partidos no tengan la importancia que tenían en otros tiempos, o que la calle prefiere políticos vocacionales y cercanos, a profesionales de la política.

Ese vivir de espalda a la calle, les ha hecho decirnos que la respuesta a estas demandas solo es una, y que la única alternativa a la situación que vivimos es seguir haciendo lo que nos marca la troika, es decir, lo que exige e impone desde Bruselas o Washington el poder económico.

No es hora de interpretar que quienes pedimos esos cambios le estamos reprochando falta de legitimidad en el proceso de transición vivido desde la muerte del dictador, pero si afirmamos que es hora de revisar una estructura del estado que fue válida para ese momento, pero que se resquebraja ante las nuevas demandas sociales. La principal de esas demandas creo que es conseguir el final de los privilegios de unos pocos frente al desamparo que ejerce el estado ante quienes carecen de recursos para vivir fuera de los umbrales de la pobreza. La demanda es, en resumen, que se modifiquen las reglas de juego porque estas ya no nos sirven: ni dan más libertad, ni garantizan la igualdad, y la fraternidad se fue por el sumidero.

Quienes nos sentimos progresistas, nos quejamos de que ante los abusos del sistema, sin embargo los españoles permanecemos pasivos y resignados, y eso es cierto. Pero una mañana nos despertaremos y sin saber porque ha de ser ese día, los ciudadanos pasaremos a la ofensiva y el sistema tratará de disfrazarse como el garante de la paz ciudadana y contrarrestarla, pero no le valdrá, será tarde.

Aunque muchos se empeñan por intereses electorales, en afirmar que PSOE y PP son lo mismo, han de admitir que mientras en el PP no hay signos de rebelión contra el sistema, en el PSOE sí. Aunque aún en minoría entre su dirección, pero avanzando entre sus afiliados, si ha prendido ese espíritu revolucionario que se necesita, y muchos pensamos que ha llegado la hora de pasar de solo resistirnos, a plantear alternativas y luchar por ellas. Ya sé que muchos prefieren ser humillados y permanecer callados por temor a significarse frente a las direcciones, porque algunos vinculan su rebelión a que les suponga su miseria personal. Pero eso ha ocurrido siempre y quienes más sumisos se mostraron en principio, más agresivos actuaron una vez prendida la mecha.

Hoy me levante y escribí esta entrada, convencido de que el caso Gurtel,la trama Bárcenas, los ERE, el caso Palau,o el desfile de cargos camino de la cárcel en Mallorca, etc. ( y es grande el etc.), están acercando cada día un poco más, el momento en que una mayoría decida no dejar para mañana la revolución que todos sabemos necesaria, y que hasta ahora, cada mañana que nos levantamos, aplazamos para el día siguiente. Esa mañana no habrá aplazamientos.




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