Lo de Gibraltar está
empezando a irse de las manos al gobierno. Lo que en principio se montó como una cortina de humo para
tapar las vergüenzas de un gobierno del PP gurteliano y abarcenado, está empezando a ser un verdadero incendio
que pone en riesgo la convivencia pacífica de la zona más al sur de la vieja
Europa, no solo de España. Realizo esta puntualización porque no parece de recibo la forma y la deriva en
la que ha entrado el conflicto, un asunto entre dos países miembros de la UE
y a los que les unen más cosas de las que les separan. ¿No han podido sentarse a hablar antes de disparar? Ya sé que es difícil
sentarse a hablar, si una de las partes sigue pensando desde los rescoldos del
franquismo, y sigue viendo a Gran Bretaña como la pérfida Albión, a la vez que hipócritamente
presume de qué ha aumentado nuestro turismo exterior, curiosamente gracias a nuestro
mayor cliente turístico, Gran Bretaña. Son
los mismos, presumen de esto y a la vez les ven como enemigos.
La Comisión Europea ha
pedido que las autoridades españolas "respeten
el derecho de la Unión Europea" argumentando que cobrar una tasa por cruzar la frontera sería
"ilegal". Está claro que "cualquier impuesto o peaje cobrado
en la frontera sería ilegal". La iniciativa española de cobro perjudica más
a los españoles que al gobierno gibraltareño, pero no es menos cierto que habría que recordarle a la UE que este
problema existe desde hace siglos y hasta ahora se ha lavado las manos o lo ha
ignorado.
Aunque la provocación de arrojar bloques de hormigón por parte del
gobierno de la roca a la bahía es el
detonante del actual enfrentamiento, esto
viene de mucho más lejos, y la llegada de Picardo al gobierno en Gibraltar
ya apuntaba en esa dirección de conflictos. Sin embargo hay algunos otros
aspectos curiosos que voy a tratar de exponer.
El primero de ellos es quien
es nuestro ministro de exteriores. García
Margallo llega a ese cargo a propuesta de
quien fue responsable de esa cartera en el anterior gobierno del PP, el señor
Federico Trillo, el que enterró a los
militares del Yak 42 de corre prisas, el que invadió Perejil para mayor gloria de
la patria, el que aparece como cobrador de sobresueldos, el que hoy curiosamente ejerce de embajador español en
Gran Bretaña. Demasiadas
coincidencias para no pensar que convertir esto en un problema ahora es una
coincidencia, y que con este maestro y
valedor, al señor Margallo habrá que recordar aquello de los polvos que
trajeron estos lodos. ¿Alguien puede afirmar que en la actitud del PP en este
asunto no hay intereses inconfesables?
En cualquier caso, hay que reconocerle a los estrategas del PP
que han conseguido lo que pretendían, que no era otra cosa sino crear un enemigo exterior para unirnos
a los españoles frente a las “injerencias
externas” (frase a la que el franquismo recurría con mucha frecuencia). Y es
raro no escuchar a la derecha exigir el
cumplimiento de la obligación de la oposición de apoyar al gobierno frente a la
agresión exterior. Hasta algunos
votantes de izquierda han caído en la trampa de pensar que, actué bien o mal el
gobierno, la oposición debe darle un apoyo sin fisuras, atavismos del
franquismo.
Habría que recordarles el apoyo que ellos prestaron al
gobierno de Zapatero en situaciones internacionales parecidas, que no iguales
porque nunca el anterior gobierno nos metió en líos como este. Hay que apoyar los aciertos, no los
errores, y la forma del gobierno de enfocar este problema es un error. Porque
si se analiza la actitud del gobierno,
hay que afirmar que este no es el ministro de asuntos exteriores de España,
sino el del PP, puesto que ni consulta, y mucho menos consensúa ningún posicionamiento
exterior de España. Hace lo que su
partido le dicta, no lo que acuerda el Parlamento.
Par nuestra desgracia, no nos quitamos las herencias franquistas
ni con piedra pómez. Es innegable que este es un Gobierno que tiene rasgos de neo fascismo europeo similar al de
grupos austriacos, franceses o alemanes en sus planteamientos católicos
integristas, homofobas, xenófobos, y otras muchas fobias. Y no lo digo sin apoyarlo en hechos: ahí están las actuaciones de
los responsables de sus Nuevas Generaciones, ahí está el trato a los
inmigrantes en los servicios sanitarios, ahí está el aumento del presupuesto de
Defensa mientras recortan en dependencia, o la última subvención para
rehabilitar el Valle de los Caídos mientras siguen las fosas comunes en las
cunetas.
Por mucho que se empeñen en
convencernos de que el enemigo de España es Gibraltar o Gran Bretaña, la cruda realidad es que nuestro mayor
enemigo es un gobierno que entiende la democracia resumida al depositar el voto
el día de las elecciones, que se permite mentir en sede parlamentaria sin
ningún rubor, que lleva más de veinte años concurriendo a las elecciones democráticas
con recursos extra procedentes de turbios orígenes, o que premia a sus cargos
con sobres. Gibraltar no es el problema, son ustedes, los que hoy gobiernan
España.
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