viernes, 9 de agosto de 2013

¿Dónde está el umbral de aguante de la sociedad española?


Por mucho que los marhuendas de turno, y los numerosos lacayos del poder (ayer con el PSOE, hoy con el PP, y mañana con quien toque),  se empeñen en vendernos que la comparecencia de Rajoy en el Senado el primero de agosto fue un éxito clamoroso que transmitió confianza a los mercados y a la economía, no es menos cierto que cuarenta y ocho horas después el FMI y la CE estaban proponiendo nuevas medidas de ajuste a nuestro país, y como siempre no aumentando la recaudación impositiva a las grandes fortunas, sino rebajando un diez por ciento los salarios. Aunque lógicamente los empresarios aplauden con las orejas, y el gobierno lo comparte, ambos ponen sus barbas a remojar sabedores de que aceptar esa propuesta supone la ruptura social y la salida del PP del gobierno, por mucha mayoría que tuviese hace dos años.

Una reducción salarial del diez por ciento sería el disparo que pondría al país en pie de guerra, no solo a la izquierda, sino sobre todo a la derecha, porque les estarían tocando lo que para el capitalismo y los capitalistas es más sagrado que la eucaristía: el bolsillo. Por eso desde el gobierno se han descolgado rápidamente de ese convoy y los empresarios no han manifestado la euforia que en el fondo les provoca la medida, y aunque con seguridad ambos comparten la propuesta de sus correligionarios  Lagarde y Rhen .

Si eso se hace, los sindicatos no podrían permanecer callados por más tiempo, y la oposición tendría que radicalizar posicionamientos parlamentarios o sus bases les abandonarían definitivamente. Aquí viene bien recordar el ejemplo de lo ocurrido con los griegos y sus partidos.

Los empresarios saben que es preferible conformarse con todo lo que ya han obtenido en recortes de derechos laborales, porque un nuevo paso hacia conseguir recuperar la esclavitud, es la mecha que enciende la pólvora. Antes tenían que respetar las leyes y derechos sociales recogidos en el Estatuto de los Trabajadores, aunque ganaban menos dinero de lo que ganarían en las condiciones actuales si se llega a iniciar la recuperación, saben que pueden perder esas ganancias por los conflictos sociales.

La pregunta que deberíamos hacernos es si se necesita la adopción de esa medida de recorte salarial para averiguar donde está situado el umbral de aguante de la ciudadanía española.

Nos gobiernan los herederos de un franquismo donde los obreros éramos el último eslabón de una cadena, y así nos siguen viendo, y solo con una respuesta capaz de parar el país pueden verle las orejas al lobo. Pero los obreros también venimos de un régimen franquista que enseñaba que el patrón siempre tenía razón. La combinación de ambas percepciones es lo único que puede explicar que no haya una ruptura social pese a los recortes ya aplicados.

SI la oposición en su conjunto no es capaz de encabezar esa reivindicación, deberían empezar a dejar su sitio a nuevos dirigentes, porque por mucho que lo vendan como una mejora, la reducción temporal del desempleo es eso, temporal, y cuando llegue el invierno, el frio volverá a apretar los zapatos a más de seis millones de personas por tercer año consecutivo.
Pensando con frialdad, tres años es demasiado tiempo para seguir confiando en que la gente conservará la paciencia.

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