Por las mañanas, cuando los rayos del sol te hacen abrir los parpados, en Castilla La Mancha no sabemos que
nos deparará el nuevo día. Desde que nos gobierna (o similares) Cospedal, cada
amanecer puede depararnos una sorpresa. No porque tenga capacidad de
sorprendernos, sino por el nivel de insidia que puede alcanzar en cada una de
ellas. En esta mañana nos hemos despachado contemplando uno de esos arrebatos
de transparencia para con los demás, y que ella nunca se aplica a sí misma, y ha sido la publicación las retribuciones de algunos médicos de Castilla
La Mancha.
Cínicamente
ella le llama ejercicio de transparencia. En realidad no busca transparencia,
sino una justificación de que el salario que percibe como Presidenta regional
no es desmesurado. Podría haber sacado el del desempleado que no llega a
cuatrocientos euros, o el del que agoto todas las prestaciones y no percibe
nada. Pero no, ella se compara con los licenciados, no
con los parados, sino sería meter los dedos en la boca al oso hambriento.
Lo
primero que a uno se le ocurre preguntar, es porque
lo hace ahora, y no lo hizo el pasado año, cuando su salario
triplicaba al de los sanitarios hoy cuestionados. Lo segundo, es lo que esta actuación sugiere, el hecho indudable de que estamos gobernados
por gente sin escrúpulos, capaz de recurrir a artes casi mafiosas, que se
siente capaz de todo, y que se permite intervenir en nuestras vidas
privadas, como lo puede hacer cualquier delincuente que por sorpresa decide
asaltar nuestro domicilio, y valiéndose de nuestro pánico, someternos a las
vejaciones que se le ocurran.
Y
es que nadie puede negar, que cada vez ellos resultan más intolerantes con
las libertades, y sus legislaciones represivas cada vez más
intolerables para los ciudadanos. El gobierno las califica como reformas
modernizadoras, pero resultan ser más propias de épocas pasadas que de la
segunda década del siglo XXI. Hacen reformas para todos sus gustos y objetivos
neoliberales, desde las tendentes a reprimir las protestas de la calle a
cualquier precio, a las que niegan un tratamiento de fertilidad por cuestión de
inclinación sexual, u otras más disparatadas como dejar sin recursos la
investigación.
Aunque
hay quien niega ese retroceso, si alguien duda de vivir esa vuelta al pasado, puede bastarles con apreciar en los medios de comunicación cada día imágenes de policías golpeando a manifestantes,
mientras en la foto de al lado los delincuentes de cuello blanco campean a sus
anchas con las reverencias de esa misma policía y las
reducciones de condena.
Para
desgracia de la sociedad española, estamos en el
binomio de "a mayor represión,
mayor sumisión de la calle", y su dominio de la
información publicada es tal, que hasta quienes reivindicamos derechos o
servicios públicos, en muchos casos nos sentimos protegidos por quienes no
protestan, y que aparecen como los buenos de la película, cuando tratan de
hacernos comprender que por mucho que se cuestione el poder, nos dará igual.
Las reformas del PP no son solo económicas
como predican, sino que van más allá de lo estrictamente económico, y las
plantean justificadas en su "hacemos lo que hay que hacer", o en el "hacemos lo que Europa manda que hay que hacer". Así
han encontrado la fórmula mágica
para que todo sea válido y escuchemos aquello de "es
que las cosas están tan mal, que habrá que aguantarse". Somos
muchos los convencidos de que carecen de razón quienes las aceptan sin parpadear, y de
que el talón de Aquiles de esta democracia está en lo que nos venden como un "ajuste de las leyes" cuando es realmente un
cambio de las leyes y con ellas del modelo social.
Y
es que cuando se mira el panorama desolador de tantos sinvergüenzas por
doquier, parece lógico que algunos reivindiquen leyes
más duras contra los delitos y la corrupción, y de eso se aprovecha este
gobierno para incorporar sus principios de represión. Con
ello hacen que nos olvidemos de que una ley justa
no necesariamente tiene que ser blanda y mucho menos si se trata de
los casos de corrupción de los agentes políticos. Lo que realmente resulta sorprendente es que esas corruptelas lleven con nosotros veinte
años o más, y no se hayan detectado antes. Es innegable que el
silencio en mantienen las instituciones es tan evidente como repulsivo.
A pesar de todo lo que gira alrededor de la Gurtel y de Bárcenas, el PP de momento se muestra unido, y curiosamente frente a esta
actitud, la izquierda que no debería sentirse maniatada para pedir
responsabilidades al partido del gobierno, no solo no se
muestra unida sino que aparece como viviendo en la incertidumbre, que viene a
ser lo mismo que estar en la luna.
Desgraciadamente,
y mientras seamos capaces de continuar tragándonos
todo lo que nos echen sin rechistar, seguiremos viviendo esta triste situación,
más propia de una farsa teatral que de una democracia real. Con
este panorama la democracia española de este 2013, carece
de efectividad y a la vez esta sobrada de incapacidad para responder a quienes por
definición deberían ser quienes deben gobernar: los ciudadanos del pueblo.
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