Ayer
leí un artículo sobre la valoración ciudadana de los dos grandes partidos PP y
PSOE, y de las dos fuerzas emergentes IU y UPyD, que plantean ser la
alternativa al bipartidismo. La conclusión que extraía era la necesidad de que se produzcan cambios en la
ley electoral para que se llegue a evitar el bipartidismo, y que no hay
configurada una alternativa similar a la italiana representada por Grillo, aunque puede surgir.
Esta
mañana y en la misma línea de análisis, leía una encuesta de europapress.es
encuesta en la que se refleja el
grado de desafección ciudadana con los grandes partidos y sus líderes. En mi facebook cuestionaba que mas hace falta ver
para que en el PSOE se reaccione.
Curiosamente
en ambas publicaciones se obvia la
opción de que en uno de los dos grandes partidos se produzca una profunda transformación
de proyecto y cambio en el liderazgo, y cuál sería su repercusión en el
panorama que describen. Que el cambio se produzca en el PP no es posible,
porque ni tan siquiera es probable. Que
ocurra en el PSOE, no solo es probable sino que es posible por estar cada vez mas
internamente demandada, como confirma la encuesta citada. Es hasta necesario.
El deterioro de la política ante los ciudadanos es claramente fruto de actitudes indeseables de los
partidos en ocasiones, y en otras
precisamente por la falta de actuación
de sus cúpulas dirigentes. Que eso haya ocurrido en el PSOE me duele, y aunque
sé que se trata de evitar ese deterioro
con más transparencia, profundización de la democracia interna, lo que no acaba de asumirse por la dirección, es que
para que esos cambios resulten creíbles al electorado es imprescindible la
participación de la totalidad de nuestras bases y no solo de las elites.
Extender la propuesta gallega a toda
España era una oportunidad de avanzar,
no un problema interno como se ha
transmitido desde la Ejecutiva Federal.
Esa
actitud es incomprensible en una
ejecutiva surgida de un 38 Congreso en el que fuimos capaces de aprobar que los
ciudadanos y ciudadanas tenían que
participar de forma más activa en los procesos de toma de decisiones de nuestro
partido. Asumir eso implicaba y obligaba
a más democracia interna, más pluralismo, más libertad y más tolerancia en el
debate de propuestas internas y la nueva Ejecutiva lo sabía. Y desde luego ignorar cuestiones como la premisa “un
militante, un voto” que sigue poniendo los pelos como escarpias a algunos
miembros de las direcciones del partido,
es contraria al espíritu de lo aprobado en Sevilla.
Desde
ese Congreso siguen pasando los días, y encuestas como la citada, cada vez hacen
parecer más necesario que el PSOE realice
un auténtico ejercicio de refundación dando con ello respuesta a lo que
demanda nuestro electorado, pero eso será
imposible si sigue existiendo miedo a
grandes reformas internas, sobre todo a la que suponga dar la voz a su propia
militancia en cuestiones clave.
Los demás partidos de izquierda
plantean un frente común frente al PP en el que se olvidan que los socialistas
que militamos en el PSOE también somos izquierda, aunque la deriva de la dirección de
los últimos treinta años pueda hacer dudarlo a algunos, aunque siempre por
intereses propios. Ese frente común de
la izquierda nacerá cojo si no incorpora al PSOE. Dejando como secundario
que quienes lo plantean nos excluyan, solo
nos incorporaremos a ese proceso si internamente hacemos una presión fuerte y
sostenida desde la militancia para exigir nuestro derecho a un partido
socialista sólido, adaptado a la sociedad actual, y con un proyecto nítidamente
socialista, es decir, de izquierda.
El
desencanto y la desmotivación existentes,
que hacen creer a muchos y muchas militantes
que el cambio interno no es posible,
y se muestran resignados a que las actuales cúpulas con capacidades camaleónicas
persistirán sine die al frente del partido, tiene que acabar. Ese cambio
de personas parece difícil, y más cuando
ahora algunos son capaces de cambiar su discurso tradicional contrario a
las primarias, a la limitación de
mandatos o a la incompatibilidad de cargos, y hoy lo proponen, aunque nunca se los aplicaron ellos. Todos tenemos derecho a rectificar, pero en algunos la rectificación suena a nuevo posicionamiento
para seguir en el machito, y muchos militantes creen que lo conseguirán y seguirán
decidiendo nuestro rumbo.
Puedo equivocarme pero su tiempo ha
pasado. Nos toca a las bases que somos las únicas capaces de superar ese desencanto social existente con
nuestro partido, pero primero esas
bases tenemos que convencernos de que el futuro del PSOE está en nuestras
manos.
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