
Alguno de los lectores de las publicaciones, se han mostrado extrañados ante la que
consideran "mucha actividad" en el blog y en las
redes sociales por mi parte. Algunos me dedican calificaciones como
“maquina”, o comentarios como “te ayudan”, y otras calificaciones que
compartidas o no sinceramente agradezco, por ser muestra del seguimiento de la
actividad que realizo. Suelo responder, que intentando estar permanentemente
activo en política, solo pretendo aportar mi granito de arena a la forma de
entender el socialismo, aunque a veces me equivoque con mis
comentarios, pero creyendo que es el momento de que todos los
socialistas trabajemos por eso, por la adaptación de nuestro partido al momento
que vivimos.
Cuando respondo esto, lo hago convencido de que el proceso de
cambio en el socialismo, por necesario, resultará imparable, por mucho que
algunos traten de colocar palos en la rueda, si ese cambio creen que puede
moverles su status personal. Las viejas maneras y los viejos discursos ya no
son validos, y las encuestas de opinión nos lo atestiguan a diario. Mi
partido, el PSOE, precisamente alcanzó el gobierno con un mensaje electoral que
hoy demandan los ciudadanos ante la manifiesta desconfianza en la actual clase
política: por el cambio.
Cuando después de haber pasado consulta, llego a casa y me pongo
cada tarde o cada noche delante de un folio para intentar transmitir alguna
idea, lo hago consciente de que los socialistas tenemos la obligación de
plantear alternativas a la situación que vivimos, de hacerlo sin ningún miedo a
que alguien de mi partido se moleste, convencido de que solo la sinceridad y el
trabajo pueden hacer que los ciudadanos recuperen de nuevo la confianza en la
clase política. Creo que como
socialista practicante es mi obligación hacerlo, aún,
como antes decía, a riesgo de equivocarme en los planteamientos, pero
siempre intentando sumar ideas y reflexiones personales a las que hacen otros
muchos socialistas.
Puedo resultar reiterativo con otros artículos, pero cada día somos más los convencidos de que la nueva concepción del socialismo español está necesariamente ligada a más democracia interna, más pluralismo, más tolerancia y más libertad.
Me siento una persona afortunada, porque mi vida no está condicionada al ejercicio de un cargo público sino al de una profesión, y eso me permite alzar la voz con claridad y creyendo que algo nuevo es posible. Pero creo que los socialistas, todos y todas, debemos hacerlo sin que nuestra situación laboral y personal se sienta hipotecada por ello. El futuro de nuestro partido debemos decidirlo todos y todas sus afiliados en condiciones de igualdad, y sin lastres ni ataduras que coarten nuestra libertad.
Afirmo, y aquí sin miedo a errar, que ha llegado el momento de que los socialistas cambiemos el fondo y las formas de hacer las cosas. No es un proceso de cambio de caras, es un proceso de cambio profundo, porque si se cambian fondo y formas, las caras cambiaran. La realidad hay que cambiarla entre todos y eso solo será posible otorgando el protagonismo a los y las militantes bases del partido y no a las direcciones.
Estos días dedico parte de mi tiempo a difundir el Manifiestoque recoge concreciones de los cambios que he citado, y en ese trabajo he comprobado, que somos muchos los que no perdemos la esperanza de verlos plasmados en un nuevo modelo de partido y en un nuevo proyecto político ilusionante y surgido desde abajo hacia arriba.
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