Cuando un partido
presenta un programa electoral que le
lleva al gobierno, y una vez alcanzado este, lo guarda en un cajón y hace
exactamente lo contrario, puede calificarse su actitud, siendo suave, de estafa
electoral. Pero también puede decirse, que
cuando alguien desde el poder hace su capricho sin escuchar lo que piden los
gobernados, el calificativo es el de dictador. Podemos después, decir si
esa dictadura es más o menos cruel, o bautizarla como dictadura de Europa o de
los mercados, pero no deja de ser una
dictadura. Eso está ejerciendo el PP.
En cualquier caso, no nos sacan de la situación de crisis.
No les importa que economistas de
prestigio les digan que erran en su diagnostico y en sus tratamientos. No escuchan que existen otras alternativas.
No dan razones al empeoramiento de la situación,
solo culpan a la herencia recibida. Continúan recorte tras recorte sin saber donde nos conducen o sabiéndolo que
sería más grave. La corrupción se sale por las rendijas de su partido y la
solución no es la lejía y el agua fuerte sino el ventilador. No nos merecemos esto los ciudadanos, ni
siquiera los que les votaron.
Cuando uno imagina un
escenario electoral en la situación que vivimos, da miedo, porque el control de los medios de comunicación
que se ejerce desde al derecha es tan amplio, que llega a asustar la
manipulación de la realidad que pueden llegar a ejercer. Ni que el Consejo
de Europa denuncie la manipulación de la televisión pública les hace siquiera
adoptar una rectificación. Saben que tienen tres años por delante y que aunque cuelguen en la plaza de los pueblos
a quienes no comulguen con sus piedras de molino, un veinticinco por ciento del
electorado seguirá votándoles por muy incongruente que pueda resultarles su
acción de gobierno.
Con ese apoyo ya se
contaba, pero hay un aspecto que quizás merezca un análisis, y es el poder de sedación que tiene la
costumbre. Cuando algo empieza a ser cotidiano acaba por no llamarnos la
atención. Lo bueno dejamos de apreciarlo y a lo malo acabamos acostumbrándonos y
mostrando resignación. Hoy hay más de
cien manifestaciones convocadas en sesenta y cuatro ciudades, y esa empieza a
ser una imagen cotidiana e nuestras calles para esos electores que son los que
acaban inclinando la balanza a un lado o a otro, y que simplemente miran a los
manifestantes con una cierta indiferencia, incluso con el comentario de “¿y
hoy de que protestarán?”
La entrevista de anoche a Rubalcaba en Telecinco, en mi opinión,
resultó buena para la imagen de nuestro Secretario General, pero no cambio
una percepción que hace daño y permite al gobierno estar el fin de semana
relajados a sus dirigentes, y es que no tienen
oposición real que no sea la de la gente en las calles.
Si a lo expuesto le
añadimos el apoyo de la derecha gobernante en la UE, en el PP saben que ya no tendrán mayoría absoluta,
pero que pueden volver a ser la fuerza más votada, frente al resto de
partidos. Porque entre estos otros partidos, la UPyD les hace un trabajo que de apoyo que no digo intencionado
pero si real, y entre la izquierda hay desunión,
y la unidad resulta difícil cuando se una parte de esa izquierda dice lo de
“PSOE y PP la misma mierda es” con más frecuencia de lo que debería, primero porque
no es cierta esa afirmación más que para quienes quieren arrimar el ascua a su
sardina, y segundo porque sin unidad es difícil
construir una alternativa a este desastre de PP que nos gobierna de espaldas al
pueblo llano.
A pesar de todo, no podemos caer en la resignación. Socilaismo y libertad.
con consignas no ganamos, sólo la unidad der la izquierda, aunque sea coyuntural vale frente a tanta agrersión, incluyendo sindicatos y la gente que se mueve en la sociedad.
ResponderEliminarLlevas razón Carmen, no es cuestión de consignas sino de estrategias y actividad
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