domingo, 23 de agosto de 2020

NO AGUANTAREMOS 19 DÍAS Y 500 NOCHES

La situación no es buena: los casos positivos diarios se multiplican por 10 con rebrotes en todos los lugares; tenemos una mayor intensidad de rebrotes que en otros países; se hacen más test, y eso ayuda a aumentar el número de contagiados, pero también se hacen más test, porque hay más personas con clínica que nos indica a los médicos una mayor necesidad de realizarlos; las hospitalizaciones aumentan y hoy son más de 1.500 los pacientes ingresados acercándonos al 10% de camas hospitalarias ocupadas; y se muere un 10$ más de personas de lo que deberían hacerlo según las cifras de los pasados años.
La primera barrera de choque está en la atención primaria, esa sobre la que llueven las críticas por no hacer consultas presenciales. No lo tenemos fácil, y menos aún en la situación crispada que se está creando por algunos usuarios de redes que ponen en el centro de sus críticas a la atención primaria. Pocos se paran a pensar, que al reiterado no me quieren atender, se le suman: el paciente que no acude estando con síntomas; el diagnosticado por la clínica al que se le indica aislamiento y se lo salta sin pensar en lo que eso supone; el que ya conoce que es positivo, pero como no tiene síntomas, se cree que con llevar la mascarilla es suficiente para mantener su vida de relación; o el que decide viajar a una clínica privada para hacerse las pruebas por su cuenta, y por realizarlas en un periodo de la enfermedad que no son positivas, se considera libre de enfermedad y mantiene su ritmo e vida habitual. Imposible que con todo esto sucediendo a la vez, se pueda frenar el aumento de la pandemia que estamos viviendo estos días.
Los médicos de atención primaria, empezamos sabiendo que el Covid 19 era como una gripe. Luego nos enteramos que sus síntomas eran fiebre tos y sensación de falta de aire (disnea). A continuación, creció el listado de síntomas: diarrea, dolor de garganta o dolor de cabeza, perdida del olfato, y algunos más. Síntomas que antes se consideraban banales, y los pasábamos en casa sin darles importancia, pero que ahora son motivo de consulta. No es difícil imaginar, que con el miedo a la pandemia de unos, y por la responsabilidad de otros, las demandas de atención en el médico de familia se hayan multiplicado. Tampoco debería ser difícil imaginar para quienes me leéis, el invierno que nos espera con las gripes, refriados y Covid todas las clínicas juntas. Será una especie de tormenta perfecta.
Pero este verano, entre consultas telefónicas y presenciales, muchos hemos estado desbordados. Añadamos a esto la falta de sustitutos para suplir en vacaciones, y puede que sabiendo eso muchos entiendan la situación de estrés que soportamos, y que muchas de las críticas que recibimos, no es que no sean justificadas, es que son injustas porque no podemos más. Es fácil culpar del aumento de casos al otro, nunca a uno mismo. La crítica es cada día más generalizada a los sanitarios, como también lo es al conjunto de los ciudadanos, pero somos más los que hacemos las cosas bien, que los que las hacen mal. Pero ya sabemos que es mas noticia una muerte accidental que un trasplante de órganos con éxito.
Supongo que otros compañeros, como yo, atienden simultáneamente al paciente que está frente a nosotros, a la llamada al teléfono fijo, a la llamada del móvil, mientras le firma el parte de ILT que amable y caritativamente ha impreso por ti para ayudar. Perdón si no lo conseguimos, pero no fuimos a formarnos al Circo de la Ciudad de los Muchachos para ser malabaristas, sino a una facultad de medicina para ser médicos. Lo cierto y verdad es que cada vez somos más multioficios que facultativos. Por eso duele tanto, ver cómo ha oscilado la balanza en poco tiempo. Pasar, en un abrir y cerrar de ojos, de admirables profesionales a vagos y maleantes, es duro de asumir.
Aunque nada debería extrañarnos en un país, que también ha pasado de protestar por no disponer de mascarillas al inicio de la pandemia, a protestar por tener que llevar mascarilla obligatoriamente, o de prohibir los congresos o conciertos, a la vez que permite procesiones o botellones. A quienes nos insultan o amenazan a los médicos en las redes, solemos ignorarles o calificarlos de locos. Pero no lo son, son personas llenas de odio y que se sienten obligados a regar las redes con su odio. Si queremos frenarles hay que actuar denunciándolos.
Para muchos sanitarios, estos han sido los peores meses de nuestras vidas. Una mezcla de nuestro propio miedo con el de los pacientes, viendo una pesadilla tras otra en pacientes que llevas años tratando, algunos hasta te han arrancado lagrimas, mientras tratabas de curarles sabiendo que sería más que difícil, y teniendo en ocasiones que consolar a los familiares. Duele que ahora se nos trate así.
Cuesta entender, como se ha actuado desde algunos sistemas sanitarios autonómicos. Incomprensible ver como algunos responsables de las gerencias, siendo también médicos, no se hayan negado, sabiéndose sin los recursos necesarios, a cambiar el modelo asistencial, salvo que esos gestores pensaran que las teleconsultas no suponen tiempo y dedicación. Deberían haber conseguido antes de implantarlas, esos recursos: personal de admisión de los centros sustituido, o que si no disponían de suficientes facultativos, haber contratado personal de enfermería para hacer el triaje o filtro de esas teleconsultas y a la vez ayudar al paciente y al facultativo. En algunos centros de salud y hospitales, ya es enfermería la que realiza el triaje de forma telefónica y funciona bastante bien, disminuyendo la presión sobre la consulta de medicina de familia.
No hacerlo así, ha convertido las agendas médicas en demenciales. Es imposible no ir con retraso, y menos cuando además debes suplir a un compañero o compañera. No es raro ver, cómo salir de tu consulta a alguna gestión de otro paciente, implica comentarios como “se irá a desayunar y nos deja aquí”. Parecen olvidar la de veces que viene sin cita, o que atender a otro paciente por teléfono no significa que estás ocupado. En los pueblos no ocurre igual, aunque también, hay genios del “qué hay de lo mío” que se permiten ese tipo de comentarios. Se nos ha arrojado a los sanitarios a los pies de los caballos.
Se ha pervertido el sistema al permitir una desproporción entre las necesidades de la población y los recursos disponibles. Yo no me hice medico para hacer de administrativo, celador o asistente social. Pero mucho menos para que se nos arroje al barro como ahora se está haciendo. Puede que de persistir esa situación sea el momento de que los médicos de familia digamos basta, porque nuestro trabajo debe ser respetado y reconocido. O lo nuestro durará, lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rock.
Igual estoy predicando en el desierto, pero lo que se piensa debe decirse. Buen domingo.

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