sábado, 22 de agosto de 2020

AGRESIONES VERBALES A LOS SANITARIOS ¿SIRVEN DE ALGO?

Hoy leía una noticia en la revista “redacción médica”. En ella se reflejaba un aumento del 200 %, de las agresiones a los médicos en las redes sociales. Es consecuencia del descenso de la actividad sanitaria presencial a causa de la pandemia por el Covid-19. Del amor al odio hay solo un paso, y esto es la demostración. De aplaudidos desde los balcones, a vilipendiados en redes y no redes.
No debería ser tan difícil entender, que la tensión a la que el Covid-19 somete a los sistemas de salud (lo queramos o no), también reduce la calidad asistencial al impedir operar tan eficazmente como estábamos acostumbrados. Eso parece no entenderse, y la consecuencia es la frustración del  paciente. Puede que no tenga la culpa él, sino un sistema que pivota sobre la urgencia y no sobre la prevención y la educación sanitaria, que no se ha planteado informar al paciente exhaustivamente, de lo que rodea a esta situación. Eso provoca que no se entienda el porqué de muchas cosas del funcionamiento actual. Amén de errores e imprevisiones que también las hay.
Esta sociedad nos ha convertido en creyentes del “primero yo, luego yo y después yo". Somos incapaces de entender, que los servicios públicos, esos que sostenemos con los impuestos de todos, debe imperar siempre un concepto de solidaridad: se atiende antes a quien más lo necesita. En ningún caso se plantea atender, a uno si y a otro no, sino a todos pero priorizando cada caso. Ese concepto de solidaridad debería hacernos entender, que en una pandemia, lo primero en que debemos pensar es en “no ser un eslabón en la cadena de contagios”, y luego en nuestro problema personal. Porque esa es la mejor forma, de estar pensado primero en nuestro problema. Pero no es fácil, y un egoísmo indocumentado triunfa y el ombliguísmo se impone.
Como médico veo a diario, pruebas de lo que acabo de afirmar. Os doy algunos ejemplos: “soy positivo, puedo contagiar, pero no lo digo a nadie para que no me miren mal”; “no me importa que me hayan aislado porque puedo contagiar, yo me salto el aislamiento y me voy a hacerme las pruebas por mi cuenta que para eso puedo pagármelas”; “nos juntamos setenta a comer, y si alguien se contagia que se arregle, mientras no me contagie yo…”; “tengo un bar y llevo siempre mascarilla, pero si el cliente no quiere ponerse la suya, yo no le voy a obligar a ponérsela, que mi negocio es lo primero”, etc.
Luego están los “facultativos” del rellano de la escalera: “como coincidí con fulano que ha sido positivo, me tienen que hacer la prueba ya”; “exijo que se tomen medidas para el inicio del curso escolar, para que mi niño no se contagie” (sin preocuparnos que hace ese mismo niño en el parque o con su pandilla de amigos, que le ponga en riesgo de contagiarse); vemos a ilustres munícipes reclamando test masivos a toda su población (eso sí, después de haber ignorado fiestas alternativas o botellones en esa población); “pues no me dice el cabrón de mi médico que me aísle sin hacerme las pruebas” ¿os suenan?. La lista sería inacabable.
Por todo lo anterior, creo que no está de más un poco de pedagogía, aunque sólo consiga el alcance limitado de este artículo.
Empecemos por afirmar (por si aún se duda) que este virus es impredecible y que no tenemos todas las respuestas. Hoy se debate entre si estamos o no en una segunda oleada, pero lo que pocos pueden cuestionar es que esta pandemia de COVID-19 se está comportando como una "única gran ola" que aumenta y desciende, y que en lugar de un único gran pico, puede tener idas y venidas durante largo tiempo. El  papel esencial en la lucha contra la pandemia, está en manos de todos y cada uno de los ciudadanos, no solo de las autoridades y de los  sanitarios. No es admisible, que algunas actitudes personales, teóricamente “con la mejor intención”, se conviertan en el mayor factor de riesgo para todos los demás.
Primero.- Estamos ante un aumento progresivo de casos de COVID-19 con infección activa, lo que requiere de un diagnóstico precoz, no para hacer las de inmediato pruebas, sino para primero realizar un aislamiento, y con el estudio y seguimiento posterior de cada caso y de sus contactos, impedir el aumento de los contagios.
Segundo.- Imprescindible la coordinación de todos los estamentos sanitarios para lograrlo. Pero la población debe mantener una actitud responsable que nos permita la optimización de los recursos que tenemos, que no son infinitos. Solo un uso racional y responsable de los recursos, nos puede permitir llegar a la meta, y no sufrir escasez de medios en el camino.
Tercero.- No se debe pedir una PCR sin un aislamiento previo del paciente, bien porque presente síntomas o porque haya sido contacto estrecho de un positivo. Y no un aislamiento de “me quedo en casa” sino un aislamiento efectivo, incluso respecto a aquellos con los que convivimos. La prueba debe solicitarse en su momento, no de manera caprichosa.
Cuarto.- Si el resultado es negativo pero tú sigues con síntomas, tu facultativo te la repetirá, pero si eres asintomático, finalizará tu aislamiento. Si es positiva, te vigilaran la evolución telefónicamente y en caso de signos de alarma, se te asistirá de manera presencial en domicilio o en hospital. El aislamiento puede durar diez o catorce días, según cada caso, pero eso lo decidirá tu facultativo dependiendo de tu clínica y de si has precisado hospitalización o no.
Quinto.- Si has convivido con un caso positivo con clínica (convivir no es haber coincidido en el bar o en la tienda con alguien que luego resultó positivo)  te harán la PCR pero dando prioridad entre los convivientes, a aquellos que sean de salud más vulnerable, no es cuestión de “yo la pedí primero”. Lo que es imprescindible es que todos los convivientes con un positivo con clínica, hagan aislamiento los catorce días, tanto si ya tienen la prueba hecha como si está pendiente de hacer, e incluso si la PCR fue negativa.
Sexto.- Solo los convivientes que han pasado la enfermedad en los últimos seis meses, están exentos de esa cuarentena. Pero cada situación hay que valorarla de forma individual. Lo que no puede admitirse es que cualquiera que sospeche haber estado en un lugar donde ha existido un positivo, inmediatamente exija que se le realice una PCR, y pretenda que su ansiedad se convierta en el motivo para esa prescripción.
Séptimo.- La PCR está indicada en paciente con síntomas de sospecha, en los contactos estrechos con un caso ya confirmado, personal que ayuda a domicilio de personas vulnerables, y a profesionales de servicios sociosanitarios o esenciales. Pero en todos esos casos, se debe valorar la disponibilidad de recursos y el beneficio esperado por el resultado que se obtenga en su realización. También hay determinadas situaciones epidemiológicas que pueden requerir de su realización para determinar un dato epidemiológico concreto.
Octavo.- Una PCR no se realiza para dejar al paciente tranquilo, y menos sin haber realizado primero la prescripción de aislamiento, pero tampoco para cualquier persona que lo solicite sin haber documentado que se trata de un contacto estrecho con un positivo. La consideración de  “contacto estrecho” y la solicitud de la PCR, no la fija el paciente sino el profesional, una vez efectuado el estudio de los contactos que parten de un caso positivo.
Noveno.- Y una cuestión que es muy importante pero que muchos pacientes no entienden: que el alta a un contacto estrecho de un paciente con infección por COVID-19 confirmada, se produce a los 14 días de cuarentena y no. tras el resultado negativo de la PCR. Ese es un error que impide romper la cadena de contagios.
Décimo.- Los médicos y científicos saben más sobre el COVID-19 ahora que hace 4 meses y por lo tanto son capaces de tratar mejor a los pacientes, por eso hoy es mayor la supervivencia que hace cinco meses para aquellos que se infectan. Y esto es así, porque sabemos hoy más: antes creíamos que el Covid mataba por la infección pulmonar (neumonía), y hoy sabemos que son los coágulos que se forman  en los vasos sanguíneos de los pulmones y de otras partes del cuerpo y eso lo tratamos con anticoagulantes que lo previenen; antes esperábamos a que apareciera una disminución del oxígeno como síntoma, y el paciente llegaba tarde al hospital, pero hoy conocemos que existe la llamada hipoxia silenciosa que no da la cara,  hoy hacemos control de esa saturación de oxígeno y les llevamos al hospital antes; antes no disponíamos de medicamentos para matar el virus, sino que tratábamos las complicaciones de la falta de oxígeno, hoy podemos prevenir que los pacientes se nos infecten gravemente, y por lo tanto curarlos antes de presentar esa falta de oxígeno; la respuesta de nuestro cuerpo al virus, no solo mata al virus sino también al paciente, pero hoy podemos prevenir esa respuesta del cuerpo y poder frenarla; hoy sabemos que disponemos de un medicamento que usábamos para la gota, que sirve para prevenir los micro coágulos en los vasos sanguíneos de los pulmones.
Creo que este decálogo de cuestiones, demuestra a las claras, que si cumplimos unas normas y practicamos la solidaridad y la prudencia, hoy los pacientes (nosotros) tenemos mayores oportunidades de supervivencia que teníamos en marzo. Demostrado que lo importante es contagiarse cuanto más tarde mejor, porque dispondremos cada vez de mejores respuestas.
No es cuestión de cargar contra nuestros sanitarios, sino de dar tiempo a que la ciencia nos ayude, y con nuestra actitud evitar que se sature nuestro sistema de salud. Ya tenemos bastante los profesionales de la salud con el desgaste físico y mental que llevamos sufriendo desde marzo. Hagamos solo aquello que realmente tiene sentido: usar mascarilla (para evitar exhalar, y toser partículas con coronavirus); lavarnos las manos constantemente o usar gel de alcohol; mantener la distancia entre personas.
Si no lo entendemos, no será fácil acabar con este drama.


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