domingo, 26 de julio de 2020

LOS CENTROS Y CONSULTORIOS NO ESTÁN CERRADOS


Como médico de familia me siento obligado a responder. En estas semanas, no es extraño  encontrar en las redes, múltiples comentarios, por lo general viscerales y despectivos, hacia los sanitarios (fundamentalmente los de Atención Primaria). El argumento de estas críticas es que los Centros de Salud y consultorios están cerrados, y que no atendemos a los pacientes.

Me voy a permitir comenzar, aplaudiendo el trabajo de todos los sanitarios, ahora que ya parecen parte del pasado, las escenas de los balcones de no hace tanto. Y también quiero agradecer públicamente, la colaboración y responsabilidad de la mayor  parte de nuestros pacientes, que está siendo ejemplar, en beneficio de todos, incluso de quienes parecen no saber vivir sin buscar y señalar culpables, mientras ignoran lo que significa “autocritica”.
El comentario de que “los centros sanitarios están cerrados” no debe extrañarnos. La situación particular de cada centro es casi tan diversa como centros y consultorios existen. Tan diferente como lo es la situación de la pandemia en cada lugar. Cierto es que hay quien no puede acceder a una tele consulta, porque su centro comunica o no le cogen el teléfono. Tan cierto como que quienes insisten lo consiguen casi siempre. Puede que haya alguien con falta de profesionalidad como en otras profesiones.  Pero pocos de quienes se sienten desatendidos piensan, que igual hay motivos técnicos. En nuestros centros y consultorios, disponemos de una sola línea telefónica, de dos como máximo, y que son muchas las personas que llaman a diario, generalmente en horarios similares.
Las líneas de comunicación de esos establecimientos sanitarios no fueron diseñadas para atender tele consultas, pero tampoco han sido ampliadas ni en la pandemia, ni tras ella. Sin embargo la tele consulta se ha impuesto como el mejor método de triaje para realizar la atención con seguridad para los pacientes y los profesionales. Las Consejerías deberían solventar ese problema, al que se añade que los facultativos y enfermería de los consultorios nos vemos obligados a actuar de celadores, administrativos y telefonistas, además de atender a los pacientes. Pero lo fácil es decir que los sanitarios son unos vagos, y problema solucionado.
Pero detrás de esa idea de que todos necesitan ser atendidos presencialmente,  hay un error de base. Muchas personas piensan, que  hemos superado la pandemia, que ya se puede volver a la “antigua” normalidad, que podemos salir, viajar, reunirnos con familiares y amigos. Se equivocan. Es cierto que la inmensa mayoría de ciudadanos sigue las medidas de prevención, pero también es cierto, que no siempre. Cuando le insisto a algún paciente por el uso de la mascarilla o por la distancia o la higiene, sé que muchos me miran con cara de decir “que exagerado”.
Pero de ahí a pensar la situación permite abrir centros y consultorios para que acudan cuando a cada uno le parezca el momento adecuado, hay un abismo. Algunos se creen inmunes y están absolutamente equivocados, y los rebrotes les están demostrando que no es así, que se enferma con cualquier edad. Perdonen quienes piensen esto, que les diga que son un peligro para ellos, para sus familias, para sus profesionales sanitarios, y para otras personas a las que ni siquiera conocen, pero que pueden tener la desgracia de coincidir con ellos en una sala de espera o en un local. 
Quienes se creen a salvo, que lean un poco. La pandemia no ha acabado, no sabemos cuánto durará, nos obliga a permanecer en alerta continua, y su control depende de todos nosotros, incluidos ellos, que debemos ser capaces de prevenir su extensión. Si no asumimos que los profesionales de atención primaria debemos convertirnos en el freno a la expansión de la pandemia, y que eso requiere una reorganización de la atención sanitaria, es que no hemos entendido nada a pesar de contar ya con más de cuarenta y cinco mil fallecidos.
Eso que despectivamente se comenta de “quiere curarme por teléfono para no trabajar” es una falacia. Que se sienten junto a un teléfono, que reciban más de cincuenta llamadas al día, que las atiendan, que intenten dar una respuesta adecuada a cada demanda que se nos hace, y además que sigan atendiendo al paciente que tienen en visita presencial. ¿Opinarían entonces que no trabajamos? Estoy seguro que no.
Una tele consulta no es solo una llamada telefónica., Durante esta crisis, se ha demostrado como una forma de asistencia sanitaria que mantiene el distanciamiento social y minimiza el riesgo de transmisión del virus. Permite la clasificación de las patologías, entre aquellas que deben ser atendidas presencialmente y las que no requieren ese contacto. Tiene los errores propios de cualquier actividad, y es seguro que quienes la atendemos los cometemos. Pero que se atienda por teléfono algunas patologías, nunca puede ser motivo para que los sanitarios pasemos de héroes aplaudidos, a villanos y vagos que no queremos trabajar, aparte de injusto, es ingrato.
Seguimos atendiendo pacientes. Unos de manera telemática, otros de manera presencial en consulta, y en otros casos acudimos a los domicilios a atender a quienes así lo requieren. Y si los centros y consultorios no están abiertos como en la antigua normalidad, no es por capricho o vaguería, sino porque tratamos de disminuir el riesgo de contagio por Covid 19, y al hacerlo, estamos siguiendo las recomendaciones de los expertos. Hay que entender que un consultorio o un centro de salud es un espacio de riesgo de contagio, generalmente alto, pero que aumenta a muy alto riesgo, si no se mantienen unas medias y se establecen unos circuitos.
Los sanitarios tenemos la sensación de que no se nos cuida. De que pese a lo ya pasado, a cada ciudadano solo le importa lo suyo. Que no es responsabilidad suya si nuestras condiciones laborales son precarias, si algunos contratos son por días y se renuevan varias veces al mes,  o si nuestro salario es la tercera parte del de algunas profesiones cuya responsabilidad es mucho menor a la de un sanitario. Poco preocupa al ciudadano como se ha ido deteriorando el sistema sanitario, fundamentalmente en la Atención Primaria.
Para quienes quieran saberlo, hoy persiste un hospitalocentrismo que ha relegado a un segundo plano a la prevención y a la salud pública. Para quienes quieran saberlo, estamos teniendo que rescatar a los pacientes crónicos que quedaron desatendidos en sus controles durante  la pandemia. Tenemos más pacientes desplazados que nunca a los que debemos atender, y a la vez que seguir los posibles casos y sus contactos. Los MIR y el personal sanitario joven pueden reivindicar, pero los de mediana o alta edad, además de cansados, tenemos pocas esperanzas de que las cosas cambien. Cada vez tenemos más asumido, que si las cosas salen adelante es por un esfuerzo personal, nunca pagado, y ahora, por muchos, tampoco agradecido. Nuestro estado de ánimo como profesionales,  no es el mejor para  afrontar una nueva oleada. Cansados, enfadados con la administración, con la necesidad de una formación continuada para  esta nueva enfermedad que nos permite responder mejor que en la primera oleada.
En la primera barrera contra la pandemia, compuesta por  la atención primaria, los compañeros del 112 y las urgencias hospitalarias, estamos viendo que si ya había sobrecarga, ahora hay desbordamiento. A diferencia de antes de la pandemia, el verano se ha convertido en un periodo de aumento de frecuentación, tanto en primaria como en urgencias, y estamos asistiendo a una mayor actividad por todos los motivos ya citados. Solo nos faltaba sentirnos vilipendiados por los pacientes, como algunos hacen ahora.
Antes de culpar a nuestros sanitarios deberíamos intentar averiguar dónde está el problema. Falta información veraz a los usuarios de cuál es la realidad de nuestro sistema sanitario, que ni de lejos es el mejor del mundo, aunque si tenga a muchos de los mejores profesionales del mundo. Señalar a los sanitarios como únicos responsables, es jugar a destruir cuando en este momento lo que toca es construir juntos, por nuestra propia seguridad y por la de todos. Tengamos absoluta confianza, en que si nuestro facultativo considera que debemos ser explorados, nos dará una cita presencial y nos verá. Pero si  no es necesaria esa visita, le atenderá, le evitará el desplazamiento y no le expondrá a un riesgo de contagio en su centro de salud innecesario.

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