sábado, 8 de febrero de 2020

MANIFESTACIONES DE DISPAR INTERÉS

Sonaba bien aquello de “la tierra para el que la trabaja”, pero como casi todo lo que suena bien suele ser parte de la utopía de los hombres buenos. Es innegable que nunca fue bien tratado el agricultor, como innegable resulta, que esa es una apreciación no aplicable al conjunto del sector agrario. Un sector estratégico para la lucha contra el despoblamiento del medio rural, pero inmerso en una crisis desde hace muchas décadas.
Lo chirriante es que se pretenda culpabilizar de la situación que vive el medio rural en su conjunto, y el sector agrario en particular, al actual gobierno. Aunque muchos no lo quieran ver así, todo apunta a que las movilizaciones de estos días, se han producido más por el carácter progresista del gobierno español actual, que porque los problemas del sector sean nuevos. Son los mismos hoy que con el anterior gobierno, y los sindicatos agrarios no plantearon ninguna movilización al anterior inquilino de la Moncloa.
No parece creíble pensar, que los sindicatos agrarios acaben de enterarse ahora, que las grandes superficies les ningunean con los precios agrícolas y lo que ellas cobran al consumidor final. Pero si llama la atención que, como sindicatos agrarios, parezca carecer de importancia como motivación de esas protestas, las pésimas condiciones laborales de los trabajadores del campo. Muy al contrario, incluso por algunos se ha señalado la subida del salario mínimo, como una de las grandes causas de la mala situación del sector. Pocos parecen recordar, la influencia negativa que la reforma laboral del PP tuvo sobre esas condiciones laborales de los trabajadores del campo.
Con esa actitud, alguien podría pensar, si nuestros sindicatos agrarios no tienen una ideología conservadora, más defensora del propietario de la tierra, que de los derechos laborales del que la trabaja con sus manos, ambos son agricultores genéricamente, pero son formas de ser agricultores absolutamente diferentes.
El gobierno debería tomar medidas de prevención, sin esperar a que aparezca la enfermedad, y eso pasa por aplicar políticas progresistas también a nuestro campo, y en esa línea no parece estar, que se pretenda culpabilizar solo a las grandes superficies. No se puede ocultar, que los gobiernos saben que entre los agricultores y los supermercados están las empresas transformadoras y envasadoras, que son las que acaban fijando el salto de precios del productor a la superficie comercial, que luego incrementa su margen. Tampoco está fuera de esa diferencia de precios de productor a consumidor, el precio de las semillas, abonos y el resto de insumos, como energía eléctrica y combustible, etc. Otra cosa es que detrás de estas grandes empresas de insumos, se encuentre un poder económico mayor que el que está detrás de las grandes superficies, aunque este también lo sea, pero parece menos enemigo que el de aquellas.
Para empezar a aplicar progresismo, por parte de la administración debería plantearse que las ayudas al sector agrícola fuesen por hectárea cultivada en lugar de por hectárea de terreno. Podía volver a impulsarse el cooperativismo y otras fórmulas asociativas. Podría abordarse un régimen de cotizaciones para el trabajador del campo con incentivos que ayuden a la sostenibilidad económica del sector. Pero el paso de los años ha demostrado, que muy poco ayudará a mejorar la situación del sector, perpetuar que los fondos de la UE continúen llegando a los grandes terratenientes para que aumenten las diferencias con los pequeños agricultores, y que esas ayudas no impliquen que quien las perciba deba garantizar que en sus explotaciones agrarias se explota el campo y no a los obreros que lo trabajan.
No se puede seguir dividiendo el país en sectores, para dar la imagen a la opinión publica de que tenemos problemas puntuales. Es un problema global de modelo de país. Tan precaria es la situación laboral en el sector agrario, como lo es la de las kellis en los hoteles, la de los camareros en bares y restaurantes, la de los sanitarios o maestros sin plaza, etc. Necesitamos preguntarnos ¿cómo queremos ser de mayores los españoles? Desde luego no explotados, pero desde luego, tampoco explotadores. El problema que vemos en estas manifestaciones es solo una punta de un iceberg que flota junto a otros muchos, que también de vez en cuando hacer ver su punta.
No se puede negar que el pequeño agricultor está en la parte de abajo de la escalera de su sector, como la mano de obra de otros sectores esta en una situación similar. Los de abajo somos sufridores, aunque algunos nos aprecien, los de arriba se sienten sufridores, pero no son apreciados. La ley del mercado es simple: que unos engorden para que otros acaben famélicos.

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