lunes, 3 de diciembre de 2018

ANALISIS DE LAS ELECCIONES ANDALUZAS

Nadie lo hubiese imaginado cuarenta y ocho horas antes, pero ha sido por Andalucía, por donde el lobo de la extrema derecha ha enseñado su patita por debajo de la puerta, y alguien le ha abierto. Debe ser que ya somos tan europeos, que teníamos que tener esta opción política como los demás países europeos. Además, somos especiales, porque nosotros le hemos preparado una cama calentita, para que duerma al calorcito de la corrupción y del para fascismo franquista que tanto a ella le gusta.

Ha ocurrido lo de siempre que hay baja participación electoral. La izquierda es la que paga la “convidá”, y además ella siempre se queda con hambre. Una abstención por cansancio, unos políticos irresponsables y algunos corruptos, los ingredientes para la gran hoguera de la izquierda estaban servidos. Deberíamos saber que la derecha nunca se queda en casa si piensa que el poder puede caer en manos de los rojos, y en esta ocasión, con un PSOE a la baja, el acuerdo con Adelante Andalucía sonaba a rojerío. Lo que parece sorprender es que al desplome del PSOE se le ha sumado la irrupción de Vox.

Hoy muchos ya ven como lógico, que la gente busque un cambio, porque no se puede olvidar que el PSOE andaluz lleva casi 40 años gobernando, que algunas de sus políticas no han sido precisamente muy de izquierda, y que la corrupción y el clientelismo, en algunos lugares suenan a propios de otros tiempos. Y el cambio a Andalucía le llega a lo Trump o a lo Bolsonaro. Si algo no se puede negar, es que Vox se ha llenado la boca de ser el cambio, y ese discurso se lo han comprado, dejando en un segundo plano su anti constitucionalismo, su xenofobia, su anti todo lo que huela a rojo, a pobre o a homosexual. Su discurso ha sido sencillo: “miren ustedes, no tenemos ni idea de como arreglar el paro en Andalucía, ni como sacarles del nivel de pobreza impresentable en el que ustedes viven. Pero vamos a hacer un muro en Ceuta y Melilla, no vamos a permitir que se rescate a los ladrones y delincuentes que vienen en las pateras, y vamos a quemar en la hoguera a cualquier independentista. Confórmense con “primero los españoles”, la bandera en el balcón y todos a gritar alto el Viva España. Ustedes seguirán tan jodidos como están hoy, les vamos a explotar como trabajadores, y vamos a especular con todo lo especulable, pero vótennos que se van a sentir más españoles que nunca se han sentido”. Todo descabellado para un demócrata, pero allí se lo han comprado.

El PSOE se ha dejado en estas elecciones cerca de medio millón de votos. Es el mismo PSOE que ha hecho una campaña de perfil bajo porque se creía intocable en Andalucía. Un PSOE que pensaba erróneamente que a Vox solo le iba a votar la gente de extrema derecha, sin imaginarse que les ha votado gente que no vive ni sabe de política, que no vota por ideología, que se cree un discurso transversal aunque sea xenófobo, que les dice, que el inmigrante es el culpable de las listas de espera, que se opera gratis a su costa, que les quita el trabajo, que por ser inmigrante le regalan el piso, etc. En ese discurso encuentran un culpable a sus males con nombre y apellidos (no le llaman Ibex 35, ni mercado, ni Brexit) sino PSOE de Susana Diaz. A quien no entiende ni se preocupa de los entresijos de la política, ese discurso le suena a verdad. Muchos de esos votantes ni son ni se consideran de derechas, pero necesitan tener un culpable de su desgracia, y Vox le ha puesto nombre, Susana.

Y no olvidarse tampoco de otros muchos elementos como que se llamaba Susana, la que movía los hilos contra una esperanza de giro a la izquierda en el socialismo llamada Pedro Sánchez, porque eso también dejó ayer en casa a muchos frente al televisor y no en el colegio electoral. Ni olvidarse la división interna que las primarias provocaron en el PSOE. Ni tampoco la cantidad de dinosaurios que aún permanecen en cargos de responsabilidad en esa la Comunidad andaluza. Y tampoco le ha ayudado su anterior pacto de gobierno con Ciudadanos, que ha servido, entre otras cosas, para que los andaluces le perdieran el miedo a la derecha neoliberal. Y menos aún, el demasiado ruido mediático desde el socialismo andaluz contra su único aliado posible, utilizando un discurso parecido al que ahora ha usado Ciudadanos calificando a Adelante Andalucía como “extrema izquierda”.

Luego están los seguidores de Casado (de Casado porque a Moreno Bonilla se le empezó a ver ayer en primer plano, pero no en campaña). Parece que para el PP, (ese partido rey de la corrupción en España y condenado por financiación ilegal en la Gurtel) el ganador es el que se pega el gran batacazo, siempre y cuando su enemigo se lo pegue más grande que él. Ridículo es ver a quien dice aspirar a gobernar todo un país, como pese a perder 7 escaños con respecto a las anteriores autonómicas (que ya nadie se acuerda de los 50 que obtuvo Arenas), miente descaradamente, tratando de convencernos que en su partido están celebrado los resultados, como si de un triunfo arrollador de sus siglas se tratase. Y se le hace la luz y descubre la pólvora al afirmar “el PP es la casa común del centro derecha".

Tercero en discordia es Ciudadanos, donde ya se veían entrando en Moncloa si le daban el sorpasso al PP en Andalucía. Han tenido un buen resultado, pero el adelantamiento por la derecha no se ha producido, y ellos si han crecido, pero en Andalucía todos han ganado (sea el resultado que sea) menos quien ha obtenido más votos. Ahora su candidato Marín dice que ellos deben gobernar porque son los que más han crecido en diputados, como si la medalla no se le otorgará a quien mejor marca ha hecho en la carrera, sino a quien más ha mejorado su marca personal. Se dejarán querer, porque en el PP saben que la posibilidad de formar gobierno pasa por su acuerdo con Ciudadanos y Vox.

En el PP harían bien en no olvidarse, que también habría gobierno en Andalucía, si Ciudadanos llega a un acuerdo con el PSOE y se produce la abstención de Adelante Andalucía, coalición donde de pronto han visto como (pese a su mal resultado perdiendo tres escaños), su abstención se puede convertir en el objeto más preciado del parlamentarismo andaluz. Para ello lo único que haría falta es que Ciudadanos se negase a participar de un acuerdo con PP y Vox, porque ese acuerdo con la extrema derecha sería desmentir la afirmación de Marín de que no gobernarían ni con la extrema izquierda ni con la extrema derecha, y de alcanzarse saben que puede pasarles factura en Madrid.

También su gozo en un pozo para Adelante Andalucía, que ha obtenido menos escaños que cuando concurrieron por separado UP e IU. En la noche electoral, su lideresa no tuvo capacidad de auto critica, algo imperdonable para quien se autodenomina “autentica izquierda”. Se presentó sin admitir sus errores, más convencida de que ellos son unos auténticos iluminados, y dando la sensación de que siguen pensando que tras ese resultado, a la extrema derecha se la frenará con un nuevo 15 M, o con la abolición de la tauromaquia como asuntos urgentes a resolver. Si nefasto ha sido el resultado del PSOE, el de Adelante Andalucía, también puede deprimir a sus seguidores.

Luego está el papel que han jugado muchos medios de comunicación, que en su mayoría han actuado sin neutralidad, cada uno como la voz de su amo. Tampoco el CIS ha quedado muy bien con su predicción de los resultados. Y es que aunque cueste admitirlo, a los españoles nos está costando demasiado trabajo, entender la democracia como libertad de elección, sin miedos a cualquier resultado que refleje la voluntad popular. Confesar ahora pánico por el resultado acaecido es abonarse a lo que piensan la extrema derecha, el nacionalismo y el independentismo radicales: que la democracia es un error y que hay que prohibir lo que no nos gusta. Lo innegable es que una abstención del 40% es la señal de un desencanto con la democracia, y que la derecha ha aprovechado. Esa derecha de PP y Ciudadanos a la que ya no les importa ni les parece un disparate, que si para llegar a gobernar un parlamento autonómico, es necesario apoyarse en un partido de ultraderecha que no cree en el estado autonómico que permite que exista ese parlamento en el que ahora entra, pues se hace. Consejos doy, que para mi no tengo.

Lo de Andalucía ha sido una llamada de atención a la izquierda, de lo que puede acontecer en el resto de España si no se cambia la forma de hacer y de entender la política. Sánchez no debe adelantar las elecciones sin antes tener una clara estrategia de como recuperar la confianza de quienes se han quedado en casa en Andalucía, y de los que pueden hacerlo en otras Comunidades Autónomas, porque sería hacerse el harakiri. En Ferraz deberían saber que la gente está cansada de un PSOE que se dice socialista, progresista y de izquierdas pero que actúa como pueda hacerlo cualquier partido de derecha moderada. Actos y no palabras, y actuar como un gobierno que solo hace política de izquierdas. A nuestra democracia, le urge solucionar el tema de Cataluña, y al socialismo le urge apartarse del discurso de la derecha en el tema catalán, y que en su forma de actuar prime la defensa de las libertades democráticas y no los tics patrióticos, y que es imprescindible usar la pedagogía y explicar a los ciudadanos las razones democráticas de cada actuación.

Todo es paradójico y patético. Resulta patético ver que muchas de las propuestas de Vox están fuera de la Constitución, y que Ciudadanos y PP puedan pactar la investidura con ellos, y paradójico no oír a la izquierda acusarles de anti constitucionalismo, como ellos acusan a la izquierda de anticonstitucional por hablar con los partidos catalanes o vascos; patético es ver a la aún presidenta andaluza, pedir ahora la unidad de los constitucionalistas frente a Vox, y paradójico no escucharle la más mínima auto critica a su campaña; paradójico es oír a Casado auto proclamarse gran triunfador en Andalucía tras haberse dado el batacazo, y patético resulta Moreno de segundón; patético y paradójico es que Ciudadanos pretenda gobernar, argumentando que es el que más ha subido, siendo solo la tercera fuerza en las urnas; patético y paradójico que la izquierda de UP no sea capaz de hacer una auto critica de su actuación; y paradójico y re patético que Vox obtenga 12 escaños en la región más pobre de España. Las elecciones andaluzas han sido la mejor demostración de que la política española resulta casi siempre paradójica y patética. Pero que nadie se engañe con el resultado de ayer, que una cosa son los andaluces, y otra los políticos andaluces.

La izquierda no debe tener miedo al ascenso de la derecha, que es su adversario natural y la  que siempre se la ve venir. A quien debe temer cualquier izquierda es a su propia ambigüedad, que es la que la desdibuja ante los ciudadanos. Tras estos resultados en Andalucía, a la izquierda española le toca reflexionar para poder actuar con inteligencia. Si no lo hace, se le avecinan malos tiempos.

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