Comentario 1
En un ensayo titulado “La transformación de la política”, Daniel
Innerarity destaca tres aspectos que me parecen dignos de destacarse.
Uno es que para estar en política, se debe aprender el significado de
“decepción”, porque es imposible obtener siempre el éxito. Otro, que
siempre hay que apostar por el dialogo, aún sabiendo que el otro puede
convencerte a ti, en lugar de tu a él. Y un tercero, que en política es
imprescindible correr riesgos porque nunca está garantizado obtener el resultado deseado.
Esos tres elementos son los que asumiéndolos, pueden hacer que la
política nos pertenezca a los ciudadanos y no solo a nuestros
representantes. Aunque algunos se empeñen en lo contrario, todo en
política es discutible, revisable, imprevisible. No existen verdades
absolutas. Ni para el vencedor.
Comentario 2
Aunque algunos lo hagan a ciegas, cada día es más difícil creer en
nuestros representantes. Es tanto el descrédito acumulado por la clase
política española, que otorgarles confianza ciega, resulta hoy una
temeridad.
Eso nos traslada al eterno dilema de si es mejor la
democracia directa, o es mejor la democracia representativa. Lo que
parece seguro, es que la una debe ser complemento de la otra para estar
legitimada, y la otra complemento de la una para ser eficiente y eficaz.
La representatividad requiere legitimarse ante los electores
periódicamente. Si no se hace así, la distancia entre representante y
representado es un medio de cultivo para la desconfianza de los
representados. Por el contrario, la democracia directa precisa de
representantes con autonomía para ser efectiva y eficaz.
Si en
el fiel de la balanza se encuentra la virtud, habrá que pensar que la
política será virtuosa cuando los representantes consulten a sus
representados su opinión en los asuntos de trascendencia.
Comentario 3
Una cosa es la necesidad de consenso para hacer posible la democracia, y
otra no tener claro que la discrepancia también es imprescindible para
que la democracia se mantenga viva. No podemos olvidar, que todas las
conquistas sociales, se lograron gracias a colectivos que entendieron la
política como la acción de empujar con ilusión en la dirección de lo
imposible, para terminar alcanzando solo lo posible. Ni que en ese
camino se triunfo con la unidad, y nunca con la uniformidad.
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