El PSOE no es un partido raro, sino un partido como todos
los demás, en el que los militantes siempre acaban demostrando ser mejores que
sus representantes. Con su participación masiva de ayer, una mayoría de
militantes socialistas ha apostado por
una socialdemocracia española que no quiere que sea cómplice de las políticas
neoliberales, como si lo ha sido en otros países europeos, lo que la ha situado
en riesgo de desaparición en los mismos. Una mayoría que ayer alzo su voz para
decir que estaba hastiada de mantener su partido con unas estructuras
anticuadas, y donde el poder era ejercido en exclusiva por un grupo de
notables, y que se lo reparten internamente entre quienes lo integran. Ese
núcleo de poder, se ha sentido con derecho a ningunear a una militancia con la
que solo ha contado, cuando ha interesado a sus miembros, pero que ayer le
plantó cara y dijo ¡basta!
Fue ayer, cuando en contra de lo que parecía indicar la
lógica de los avezados de la política, Sánchez se convertía por segunda vez en
Secretario General del PSOE, alcanzando una victoria por algunos cuestionada,
pero verdaderamente incuestionable. Sánchez contra pronóstico de los
pronosticadores, se ha permitido renacer de sus cenizas y regresar a la
Secretaría General, y hacerlo con más
poder del que tuvo antes. Esta vez no ha
contado con el apoyo, de quienes en sus anteriores primarias, Sanchez
creyó que le apoyaban, pero que en realidad lo hicieron, por creerlo dócil y
manipulable. Pese a no contar con ese apoyo, si se repasa el resultado electoral
y se analiza el recuento de votos, la victoria de Sanchez hay que entenderla
como contundente.
A la favorita Diaz, le ha ocurrido lo mismo que hace unos
meses a Hillary. Ella estaba tan confiada en su victoria, que solo se puso a
trabajar, cuando se dio cuenta que el tirón de Sanchez entre la militancia no
se desinflaba como sus asesores esperaban, pero ya era demasiado tarde para sus
aspiraciones. Ni su propuesta de representar a “un PSOE ganador” le ha servido
para evitar un resultado en votos, inferior incluso al número de avales que
presentó como candidata, lo que permite muchas lecturas. Y lo que es peor para
su imagen, la Díaz de ayer noche, no se parecía en nada a la del “tengo abierta
la mano”, "todo mi cariño..." o "a mí me gusta ganar". Con
su aptitud tras el recuento, hizo sonar sus frases a hipocresía populista.
Parece que algún estratega del equipo e Diaz, no tuvo
suficiente aprendizaje en la lección de hartazgo que dieron las bases
socialistas en 1997, cuando eligieron a Borrell frente a Almunia, también
favorito de la dirección. Si el estratega es el mismo de entonces, ha vuelto a
chocar contra el muro de la libertad de decisión del militante. Pero eso pasa
hoy a un segundo plano, porque lo evidente ahora es que sobre todo ha sido derrotada
la manipulación mediática, esa que se reflejaba en las portadas de muchos
medios y en los mensajes de muchos tertulianos, que solo defendían sus
intereses, pero deformaban la realidad y hacían ver que su defensa era de los
intereses generales del país. Diarios como El País, ABC, LA Razón y El Mundo,
hoy confirman esa sospecha, y por eso se han despachado a gusto con mensajes
como "El PSOE se radicaliza", o "España se rompe". Sobre
todo, meceré mención cum laude la editorial de El País de hoy, como poco,
impropia de un diario que se dice progresista.
Y junto a la manipulación mediática, también ha sido
derrotada la arrogancia, la complicidad, los enchufados, una gestora poco
imparcial, y unos “barones" que veían la paja en el ojo ajeno y no la
alpaca en el propio. La victoria de Sanchez, tiene el mérito de obtenerla
frente a los de siempre, aunque debe ser sabedor de que gestionarla precisa de
algo más que lo hasta ahora demostrado por el nuevo Secretario General. Pese a
esa dificultad, Sanchez está en condiciones de recuperar gran parte del terreno
perdido por el PSOE en los últimos años, pero para conseguirlo debe jugar sus
bazas con inteligencia, generosidad y prudencia. Su intervención de anoche
apuntó esas tres cualidades.
Porque lo más prudente hoy por parte de Sanchez, es no echar
las campanas al vuelo, sabedor de que su tarea no solo consistirá en construir
un nuevo partido donde quepan todos y todas, si no que simultáneamente, tendrá
que demostrar que ha aprendido a cuidarse de nuevas traiciones y puñaladas por
la espalda. No es extraño que suponga, que los que ya conspiraron para
defenestrarle una vez, ahora no acepten de buen grado el nuevo rumbo que deberá
tomar el PSOE. Es más, la comparecencia de Díaz ayer tras su derrota, no
permite pronosticar que desde hoy no se vaya a encontrar resistencias.
Si todos dicen públicamente, que a partir de hoy hay que
remar juntos, no solo deberá hacerlo Sanchez, sino también sus dos competidores
ayer y todos los militantes, independientemente del candidato que contó con su
apoyo. Lo que no resultaría inteligente por parte de nadie, es que sintiéndose
del PSOE, aunque no hayan apoyado a Sanchez, prefieran quemar el barco, antes
que permitir que la dirija alguien que no es su timonel favorito, porque lo quieran
o no, si es el compañero al que la mayoría de tripulantes le ha entregado la
responsabilidad del timón. Lo absurdo no solo sería provocar el incendio,
también lo es preferir quedarse en puerto y no embarcar.
Ya no habrá excusas, para que este PSOE no esté al lado de
la clase trabajadora. Ahora nos falta por conocer, si votantes
y militantes están en la misma
sintonía, y aquellos apoyan el rumbo decidido ayer por estos últimos . Es hora
de que en el PSOE se trabaje por
recuperar a los votantes perdidos. Y para quienes aún desconfían de su figura,
ayer las urnas le han vuelto a dar a Sanchez la oportunidad de demostrar qué
es, o qué no es. Y esa duda, es la primera que debe quedar despejada.
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