Se califica de mentiroso a quien acostumbra a mentir. El calificativo es sinónimo de embustero, farsante, tramposo, Y, curiosamente, antónimo de “franco”, lo que tiene morbo en este país nuestro.
Que al frente del ministerio de Justicia, Rajoy mantenga a Rafael Catalá, un personaje que miente compulsivamente cuando el interés de su partido así lo requiere, es actuar de manera impropia para el gobierno de un país europeo. En países de nuestro entorno, un solo error en el curriculum, ha sido motivo suficiente para ceses fulminantes de cargos públicos. Pero esto es España y aquí lo que se tiene en cuenta es cuanto sabes sobre quien te puede nombrar y cesar, y en eso parece que Catalá tiene un airbag contra accidente.
Este señor, mintió en sede parlamentaria en 2015 a propósito de la privatización del Registro civil. En octubre de ese mismo año, volvió a hacerlo sobre las inversiones que se realizarían en Marbella con el importe de las multas del caso “Malaya”. En febrero de este año, ha vuelto a mentir en referencia al caso del presidente de la Comunidad de Murcia. Y hace unos días ha mentido, calificando de falsos los intentos de cese a los fiscales de la Operación Lezo por parte del Fiscal Jefe anti corrupción, cuando conocía que eran ciertos.
Catalá debe pensar que el poder judicial está militarizado, y por eso considera que lo que es “anómalo” no es que se trate de impedir la actuación de un fiscal, sino que las fiscales no hagan caso a su jefe y firmen lo que esté les diga. Pero lo que peor le sienta, no es que la orden de que los fiscales se rebelen, sino que los ciudadanos lo sepan. Para él, todo es una cuestión de jerarquías y si el jefe dice “blanco”, los subordinados tienen que hacer lo negro blanco. No le importa que el jefe ejerza presiones en su trabajo, porque para él, el delito no son las presiones, sino el hecho de no haberlas denunciado.
Una persona mentirosa no merece un mínimo de respeto, y jamás puede mantener una trayectoria honesta. No son creíbles las decisiones tomadas por un mentiroso. No son justas las decisiones de un mentiroso. Un mentiroso al frente del ministerio de Justicia invita a pensar al ciudadano que la existencia de mafias organizadas no es un asunto exclusivo de las películas. Si las mentiras no son cortadas a tiempo, el mentiroso se siente reforzado por la sensación de impunidad. Que Rajoy mantenga en el cargo a un ministro mentiroso, es un atentado contra lo dignidad de los ciudadanos que se merecen una mejor justicia.
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