Cuando en el linchamiento a un candidato no solo confluyen
los que con él compiten, sino que a estos se le suman sus adversarios; cuando
los tertulianos en lugar de aportar análisis político en los medios, no emiten
opiniones sino sentencias; cuando antes de entrar a valorar los compromisos que
figuran en la oferta programática de un candidato, ya se le acusa de tener
pactos con el diablo y de romper el país; uno empieza a aburrirse de que para
atraer el voto no se usen argumentos de peso, y se empieza a pensar que todo es
tan impúdico, que se puede estar preparando un “pucherazo” contra él, o que cualquier
sorpresa puede estar a la vuelta de la esquina.
Se quiera o no, el espectáculo mediático que está dando todo
Ferraz, y que por los partidarios de unos y otros tiene su continuidad en las
redes sociales, a muchos nos recuerda a esas guerras dentro de una misma
familia, cuando se disputan la herencia del padre fallecido. Luego puede
resultar que la herencia son solo deudas y facturas, y ya entonces nadie quiere
nada de padre, pero mientras eso se desconoce, la pelea entre hermanos se
produce sin el más mínimo pudor y rebosante de cinismo. En la situación de
tensión que vive el PSOE, sus responsables están olvidando algo tan básico,
como que la política es negociación, y que después del Congreso Federal, este
partido va a necesitar de mucho posibilismo, y eso pasa por negociar (antes o
después), pero habrá que sentarse a hacerlo.
Quizás por esa ceguera que produce la lucha, y ese olvido de
lo más básico, los lazos de sangre, sean tal vez la causa de que a algunos no
les importe convertir el proceso de primarias en un circo, aunque sea para
contemplar cómo se rompe el alambre, muera el funambulista, y los espectadores además
del mal rato, se queden sin circo por su cierre. No solo se busca evitar la
victoria de un candidato, sino que al asociarse al destino de otro, se pretende
que en el futuro inmediato resulte más fácil el ascenso personal, o al menos,
mantener el ya conseguido en el teórico escalafón del poder interno.
Vemos como para lograrlo valen todas las estrategias, y no
importa si hay que utilizar las incongruencias para alcanzar el objetivo
propuesto. Porque solo como un intento de engaño, o de recurrir a las malas
artes, se pueden calificar los problemas que con el censo de electores empiezan a hacer acto de presencia. Al hecho
de que las candidaturas no dispongan del censo de afiliados, se unen las quejas
desde provincias donde las afiliaciones se han dejado de tramitar por unos motivos,
o se han tramitado rápidamente por esos mismos motivos. En el primer caso
tenemos a Albacete, Cantabria y Zaragoza. Y en las que se han tramitado de
manera masiva las de afiliados que públicamente apoyan a un determinado
candidato, tenemos el ejemplo en Orense. El argumento en las primeras es que
las nuevas afiliaciones superan el 20 % del censo. En la provincia gallega,
donde también lo superan, no es eso un problema, y no existe inconveniente
para admitir esas afiliaciones.
No ayuda a que sea creíble el desmentido de la Gestora, que
esa misma Gestora diga que maneja encuestas cuyo resultado coincide con lo que
se denuncia por los afiliados de esas provincias, y menos que esos resultados sean
contrarios a los que otorgan la inmensa mayoría de encuestas que aparecen en
muchos medios. Si un argumento es válido en una provincia, debería serlo en
todas. Y tampoco ayuda a la credibilidad de que es un proceso limpio, que se
puedan recoger avales desde el 20 de abril hasta el 4 de mayo, pero el censo se
cierre el 28 de abril, por lo que, en teoría, durante 8 días podrían recogerse
avales a no afiliados, y que se
afiliasen posteriormente.
Cuando en una formación política, cada vez es mayor la
resistencia de su dirección a abrir las ventanas para dejar que entre el aire,
y a la vez esa necesidad empieza a ser compartida mayoritariamente por sus
afiliados, esa discordancia perjudica a toda la formación. Lo que es claro es que todo apunta a que en el
PSOE se aproxima un tiempo de cambio y de regeneración interna, que no
significa que todos sus dirigentes deban marcharse, pero sí que algunos de
ellos deberán hacerlo. Dejar un cargo, no
significa que no haya vida fuera de la política, pero no será vida de político,
sino a semejanza de la que llevan en nuestro país millones de ciudadanos, tan honestos
como invisibles.
Tras el deseo de regeneración interna en el PSOE, se pueden
encontrar muchas motivaciones y ahora tenemos una más. Acabamos de conocer la
propuesta de presupuestos de la derecha gobernante que aunque se nos anuncian
como prueba de una recuperación económica, en realidad siguen manteniendo los
recortes sociales de la crisis y en ellos el gobierno del PP asume como algo
necesario, que un 45% de los parados no reciban ninguna prestación y que sigan
en situación de mendigar un empleo, bajo el principio del "o lo tomas o lo
dejas". Por si aún no había suficientes motivaciones, esas cuentas del
estado se convierten en una más, no porque son pura propaganda del gobierno,
sino porque hoy más que nunca, se recuerda que hay un gobierno del PP por la
abstención de una parte del PSOE que así lo decidió sin consultar a sus
afiliados.
Por eso nadie debería extrañarse que cada vez sea más fuerte
el deseo de cambio en las bases. Menos aún, cuando de ese deseo son
responsables quienes con más fuerza se resisten a que llegue.
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