Una
cosa es lo que piensa el militante y otra (casi siempre diferente), es como opina el votante. Alguien dijo, que a veces se puede engañar a una persona,
pero que no se puede engañar a todo el mundo eternamente. A eso podríamos
añadirle, que aunque es difícil engañar a alguien, no lo es tanto, hacerlo con
quien está dispuesto a dejarse engañar. Incluso hasta conocemos a quien se
engaña a sí mismo. Pero engañar o que alguien se deje engañar, es más posible
cuando por medio existe el sentimiento del amor. Por eso no es extraño
encontrar a quien se deja engañar por el amor a unas siglas. Eso explica por
qué algunas actitudes de militantes socialistas rayan en el masoquismo,
totalmente diferentes a las de quienes solo son votantes, mucho más dispuestos
a dar la espalda al partido, si no les convence lo que en él ven.
Para
los afiliados, las siglas del partido fundado por Pablo Iglesias son un
verdadero icono, y de ese amor por “su” partido, algunos dirigentes abusan en su
propio beneficio. Independientemente del tamaño, o de su ámbito (local,
provincial o regional), desde las direcciones de las agrupaciones más afines a
los dictados que emergen de la Gestora, asistimos a un intento de domesticación
de la militancia, aunque es cierto que ya deben percibir la sensación de que
hoy la gran mayoría de los afiliados del PSOE escapan a su control.
Si
además, por mucho que se niegue, cada vez resulta más extemporáneo para las democracias del siglo XXI, que aún permanezcan
en esas direcciones, personas que sienten verdadero pánico, incluso a solo
imaginar, que el actual proceso de primarias, tenga como resultado, que se vean
en la obligación de admitir, que sean las bases quienes tomen parte en algunas
decisiones. No es porque sean anti asamblearios, que pueden serlo, sino porque
se resisten a compartir un poder que hoy ejercen en exclusividad. Creen en la
democracia representativa y son contrarios a la participativa.
Si
se escuchan sus declaraciones sobre esa posibilidad, veremos que realmente
están convencidos de que ellos están por encima. Creen que nunca puede valer lo
mismo, el voto de quien, como ellos, lleva años ejerciendo un cargo y es
conocido por sus múltiples apariciones en los medios, que el de un militante de
base, desconocido y afiliado hace solo unos meses. No admiten el argumento de
la necesidad de una mayor democracia interna, aunque puede que incluso lleguen
a admitir que es posible concederle a ese militante el derecho a opinar, pero
siempre y cuando haya pasado previamente por un proceso de adoctrinamiento para
aprender lo que debe decir. Solo aplaudirán a ese militante, si lo que dice
coincide con lo que ellos quieren que se diga.
Cuando
el voto del militante no se ajusta a sus deseos, los hay dispuestos a romper la
baraja y anunciar que se marchan y que la
ingrata militancia se apañe sin su valiosa aportación. Ese planteamiento, que suena
a chantaje al militante díscolo, puede darles resultado con aquellos que por
amor a las siglas se deja engañar. Pero no han caído en la cuenta, de que ese
"o conmigo o sin mí", para el votante no militante, es una invitación
a que pierda su fidelidad como elector. Sin duda se equivocan, pensando que les seguirán votando para que no se vayan,
porque con el militante puede funcionar la presión, pero con el votante no. Más
bien es todo lo contrario, porque el votante ve en quien así actúa, al problema
y no a la solución, y no lo hará, porque ya no está dispuesto a que le sigan
tomando por el tonto útil, sobre todo después de haberse sentido traicionados
con la abstención para que gobierne el PP.
Esos
dirigentes repiten una y otra vez, que al ciudadano no le importan las disputas
internas. Pero saben que al militante si, aunque se olvidan que al votante
también, porque por mucho que le quieran dibujar las disputas de “debate
interno enriquecedor”, ya no cuela, porque ese votante sabe, que en el PSOE, se
está viviendo una autentica lucha por el poder orgánico y no solo en Ferraz,
sino en todas sus distintas federaciones. De no ser así, no se vería a muchos
dirigentes provinciales y locales, (donde las distancias con el elector son más
cortas), mostrar descaradamente sus cartas en apoya a la candidata que tiene el
favor de la Gestora (que son libres de hacerlo), pero hacerlo sabiendo que la
mayoría de encuestas califican a la candidata apoyada como la peor valorada por
los votantes, están demostrando que lo que opina el votante se las trae a la
luna de Valencia.
Están
en un viaje hacia delante, sin saber si tiene un destino o tan solo es una
huida, pero lo que sí ha producido ese cierre de filas son extraños compañeros
de viaje, que han dejado sus ajustes de cuentas para mejor ocasión. Son aliados
sin reparos, no para evitar que gane quien propone cambios, (que también), sino
para lograr que después de esta batalla, a nadie se le pase por la cabeza la
idea de una nueva guerra que busque cambiar lo más mínimo. No parecen
importarles los costes, político y electoral, de esa maniobra.
Si
fuese cierto que con ese cierre de filas alrededor de su candidata, se quiere “volver
a ganar las elecciones”, en la Gestora se preocuparían por conocer que opina,
en caso de que fuese
su candidata la que gana las primarias, el electorado del PSOE. No quieren enterarse
de que cada vez hay menos gente dispuesta a votar tapándose la nariz, sabiendo
que corre el riesgo de que su voto vaya al PP. Y no quieren saber, que cada día
hay más votantes socialistas pensando que si eso ocurre se inclinarían por la
abstención, y mucho menos que si eso sucede, muchos se plantean incluso cambiar
su voto a otro partido. Esa forma de actuar la Gestora puede tener su
justificación, porque es tanta su preocupación y el trabajo que deben realizar
para conducir el proceso de primarias en la dirección que desean, que les ha hecho
a no valorar un detalle no menor: que el electorado del PSOE no tiene nada que
ver con el electorado del PP. En el PP se vota al corrupto porque se presenta
por tu partido, el socialista no se te vota si tiene dudas, aun siendo mínima.
Y
mientras en la Gestora siguen pensando en hacer lo que es más conveniente para
la candidata, en las bases socialistas cada vez hay más gente pensando en que
es lo más conveniente para el partido y para sus electores. Si Gestora y
militancia no tiene objetivos comunes, todo apunta a que esto pueda terminar,
no solo con un PSOE fragmentado, sino con un PSOE a la griega sin apoyo en las
urnas. Nadie sabe qué sucederá, pero en lo que no existen dudas, es que hasta llegar
al congreso, el culebrón promete ser largo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario