En cuanto se vio como factible, la posibilidad de un
gobierno diferente al de Rajoy, todos los mecanismos del sistema se activaron
para impedirlo.
Primero desde fuera, a través de los medios conservadores se
lanzó una oleada de desprestigio hacia el Secretario General de los socialistas
(tenían la experiencia de haberlo hecho ya con Zapatero). El segundo elemento
eran todos los partidos: de derecha que debían contribuir a impedirlo por su
propio y legítimo interés electoral; y de la izquierda que encontraban en el
sorpasso la justificación para hacerlo. Y el tercer elemento necesario era la
activación de la disidencia interna, sabedores los promotores de que el ansia
de poder de algunos y las ganas de revancha de otros, eran el mejor aliado con
que podían contar.
La trama urdida en los días anteriores, desembocó en el
golpe del 1 de octubre contra el Secretario General. Había que vestirlo para
justificarlo y se así se hizo. A Sanchez se le catalogó como un elemento
desestabilizador del partido; se le asoció a un inexistente acuerdo secreto con
independentistas; se le tachó de militancia podemita; y por último se le calificó
de peligroso izquierdista. Todo lo que fuese necesario era utilizable, si ello servía
para impedir un gobierno distinto al de Rajoy.
El primer efecto de esa maniobra en las alturas, fue la
ruptura en dos bloques del partido socialista. Al igual que afirmó Montoro, aquí
tampoco importaba romper, porque cuando llegasen ya coserían ellos el roto, pero
aunque con ello se pusiera en riesgo la continuidad del partido, al final tendrían
el control de la gestora. Pero hubo un segundo efecto, posiblemente no
suficientemente dimensionado, que fue convertir a la figura del exsecretario en
un mártir de su jugada y en un icono de las bases más próximas a la ideología
socialdemócrata dentro del partido, que pese a no haber apoyado a Sanchez en
primarias, si le habían asumido como SG.
Las bases indignadas con la maniobra que provocó la dimisión
de Sanchez, organizaron una recogida de
firmas intentando alcanzar la cifra de la mitad más uno de los militantes, como
vía estatutariamente establecida para convocar un congreso extraordinario de
inmediato que pusiera fin a la situación creada. Pero el movimiento no ha
acabado de llegar a buen puerto, posiblemente por la manipulación que alguno de
sus promotores, que hizo de la entrega de las firmas y del número de recogidas,
todo un intento por conseguir réditos propios. Lo cierto es que a día de hoy
aún no se han entregado en Ferraz.
Luego se puso en marcha la iniciativa de creación de
plataformas a favor de un Congreso y Primarias sin dilación, y en cualquier
caso siempre antes de mayo 2017. En toda España se han constituido, con más
éxito o menos, dependiendo del apoyo o de los no impedimentos de sus
respectivos aparatos locales, pero no hay un solo rincón del estado en el que
la iniciativa no se haya puesto en marcha. En muchos casos para su creación, se
ha contado con el respaldo de varios de los diputados que mantuvieron la
negativa a un gobierno de Rajoy en el Congreso.
Ahora lo importante es que se defina una cobertura política
capaz de aglutinar a todo este movimiento, con unos objetivos comunes pero sin
organización estable. Y también responder a la cuestión de hasta cuándo puede y
debe mantenerse en el tiempo este movimiento. Es una iniciativa real de las
bases socialistas, pero que encuentra límites en el tiempo de duración, y
también y principalmente, que tiene límites políticos.
Si el movimiento de plataformas por congreso y primarias se
quiere consolidar, tiene que seguir vinculándose a quienes parlamentariamente
siguen posicionados en el no a Rajoy, que solo son quince diputados y
diputadas, pero de los que se puede afirmar que son los que públicamente no
admiten la derechización del PSOE. Los nexos de unión de todas estas
plataformas son dos, el primero su rechazo a la derecha y el segundo su rechazo
a la línea de funcionamiento marcada por una gestora que decide cuestiones para
las que no está legitimada pero lo hace. Son esos dos elementos sobre los que
se puede buscar el reagrupamiento de todas ellas, y no sobre el objetivo de
reponer a Sanchez en la Secretaria General, talón de Alquiles de este movimiento
porque con ello cae en el personalismo.
No hay que ser un lince para calificar el actual momento que
vive el PSOE como “paciente en estado crítico”. La gestora continúa dilatando
la celebración del Congreso y primarias, da como justificación que las prisas
no son buenas consejeras, y recurre a las experiencias vividas para hablar de
la necesidad de regular las primarias, lo que no deja de ser una forma de
desvirtuarlas. En el fondo la gestora cuenta con quienes conocen en profundidad
el partido y saben manejar los tiempos, elemento fundamental en la política.
Pero aparte de intentar ganar tiempo a favor de un, o una,
posible sucesor de Sanchez, el objetivo político (a mi entender) no es otro que
acabar lo fijado en la hoja de ruta de la gestora, que es colocar al frente de
la Secretaria General a la persona de confianza de quienes desde la sombra, con
la calificación de “retirados de la primera línea” o activos a través de sus
brazos ejecutores, (barones y baronesa de hoy) decidieron que era lo que le
convenía al PSOE: ubicarse en el centro político. De esa manera se le aleja de
cualquier iniciativa interna de cambio, y a la vez pueden eliminar toda
resistencia que se encuentren por parte de sus propios militantes, aunque
electoralmente resulte negativa para el partido.
Y seguramente quienes
impulsan al partido en esa dirección, lo hacen convencidos de que así el PSOE
seguirá siendo el referente de los cambios imprescindibles que el país
necesita. No se lo discuto, y menos viendo que eso ya se ha hecho con otros
partidos socialistas europeos, que han perdido votantes pero sus dirigentes
siguen en los parlamentos ejerciendo como oposición y se siguen sintiendo
referentes de la izquierda.
Si hoy el PSOE ya se parece poco al fundado por Pablo
Iglesias, el PSOE resultante ya no tendrá ya ningún parecido.La mano sigue
meciendo la cuna.
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