miércoles, 2 de marzo de 2016

CRÓNICA DE DEBATE DE INVESTIDURA: JUNTOS PERO NO REVUELTOS

Aunque viven en las antípodas políticas, Podemos y PP, acabaran compartiendo el sentido de su voto. No pasa nada por ello, pero suena a paradoja, que Iglesias al final haga lo mismo que tanto reprocho a los europarlamentarios socialistas cuando ejercía de eurodiputado. Imposible por la derecha, imposible por la izquierda, ni unos ni otros, ni pueden ni quieren.
Quienes después de lo escuchado y visto hoy, aún piensen que es posible ver formarse un gobierno, estarían dispuestos seguro a afirmar que la posibilidad de una mayoría absoluta PP-Podemos es posible, y que quien quiere repetir elecciones es el PSOE. Yo hoy, estoy más convencido que ayer, de que nos vemos votando el 26 de junio, y lo hago por la percepción de las diferentes intervenciones de los tres protagonistas junto a Sánchez de esta tragicomedia.
Rajoy
Con oficio de parlamentario de los del colmillo retorcido; sensación de antiguo en sus formas; método discursivo trasnochado; verbo fluido; sin que falten las confusiones de dicción y los errores gramaticales idiosincrásicos al personaje; tenso; un cierto exceso de drama; las frases no leídas destilaban veneno; con una postura chulesca y faltona en varias ocasiones.

Con discurso calificable de costumbrista, rancio, de esos que huelen a habitación sin ventilar, con un cierto aroma de barón dandy. Con tono de gallego socarrón, a veces hasta gracioso, y con alguna masturbación mental en sus argumentos. Parecía pretender reírse de sí mismo al hablar de sus promesas cumplidas, pero hablaba en serio. Se olvidó de que estaba donde estaba, con sesenta y tantos diputados menos, era no por buen o mal gestor, sino por haber ejercido por acción u omisión como jefe de una banda de corruptos unidos, convencidos de que jamás serían vencidos.
Su, a mi entender, gran error, ha sido no haber dedicado ni un solo minuto a rebatir con propuestas las del actual candidato. Como armas del lenguaje recurrió al insulto, el desprecio, y lo banal, propio de alguien ya sin el fuste que otrora tuvo. Parecía responder desde su celda, apresado, como si hablase en nombre de Granados, Fabra, Blesa, Rato o cualquier otro de sus muchos amigos del PP. Pese a todo se ha mostrado convencido de ser, aun, un activo para su partido, demostrando que no hay nada más ridículo que alguien haciendo el ridículo. Mariano no asume que está acabado, desfasado, desteñido, y ahogado por la corrupción de quienes le rodean. Pero aún es cínico, cuando como si se mirase al espejo, ha acusado a Sánchez de no mover un dedo. En una palabra ha confirmado el calificativo de tener una postura “indecente”.
Iglesias
Cuando los premios Goya le tocaba etiqueta, hoy eran ciudadanos quienes le escuchaban, no el vaporoso glamour, y tocaba camisa. Ya está en campaña, su tono ha sido mitinero de campaña; intervención entre enfadado y cabreado; con lenguaje y formas agresivas; con verbo fácil que llega a agobiar a quien le escucha; pidiendo a gritos que le bajen de la nube de soberbia en la que mora; recordando a muchos al Anguita de antes del programa, programa; refleja en exceso un odio de origen desconocido; con muchos prejuicios; siempre en permanente espectáculo.

Claro su objetivo por encima de todos, le importa fagocitar al PSOE, y el pueblo vendrá después, que ahora estamos a lo que estamos. Se permitió advertir a Sánchez que desconfiara de los suyos como si Sánchez no supiera que debe hacerlo, aparentando querer saber más de las tripas del PSOE que de las de su formación. Demasiado postureo en su cita al pasado "manchado de cal viva" como muestra palpable de que ahora no toca pactar. Erró al incitar a su adversario "a bajar al fango" porque se olvidó medir las consecuencias de hacerlo, puesto que todos tenemos historia.
Ha conseguido escenificar lo que quería que viese su electorado potencial, que queda cerrada cualquier posibilidad de acuerdo con el PSOE mientras el siga liderando Podemos. Pero puede que no calculase las consecuencias, de que muchos hoy hayan quedado convencidos de que nunca gobernará la izquierda si ha de ser con él, y que solo lo hará si es él quien gobierna. Si lo hubiese puesto al frente de Podemos la derecha para asegurarse continuar en el gobierno, habría que asumir que Atresmedia había realizado una gran jugada. Menos mal que no es así. Resumirlo en una palabra, maquiavélico.
Rivera
Mientras verbaliza que les tendía la mano, desde la bancada de su socio natural le lanzaban gritos de ¡traidor!, lo que solo se le grita a los que creíamos de los nuestros Debutante, es un JASP, joven aunque sobradamente preparado, al menos transmite estar convencido de eso; trajeado, como si fuese de boda y acudiese recién duchado; también huele a colonia, pero este a nenuco, el primer placer del recién nacido; verbo fluido; da la sensación de estratega capaz de todo, hasta de vender lavadoras en el Sahara. Conoce las tácticas parlamentarias y usa esos conocimientos.

Su discurso ha estado dirigido a cuestionar el liderazgo de Rajoy en la derecha. Casi decía a los escaños del PP, que pensasen que si Rajoy se va, ellos pueden continuar. Hasta les ha invitado a deshacerse de su candidato. Ha sacado la lista de la corrupción para decirle a Rajoy que él no puede ser el azote contra la corrupción, porque su casa está hecha una pocilga. Su postura en el escaño, ha sido una mezcla entre sonrisas, tensión, con caras a veces de sorpresa y en ocasiones de incredulidad. Lo que más ha llamado la atención de su intervención es la curiosa forma con la que pretende cumplir su compromiso electoral de acabar con el bipartidismo: pidiendo que el PSOE y el PP se unan.
Ha sonreído, por no morderle en la yugular a Iglesias, cuando este ha descrito a Ciudadanos como “la naranja mecánica” pero sobre todo cuando le ha acusado de “marioneta de los poderosos”. “¡Qué morro tienes!”, ha murmurado Rivera tocándose la cara. Pero sobre todo, la sensación que me ha dado en un momento la expresión del rostro de Rivera es que ahora empieza a entender lo que es el PP. Sabe que tiene muchos votos prestados del PP, pero hoy se ha dado cuenta de que no le van a perdonar su acuerdo con el PSOE. En una palabra, su posición resulta chocante.
Para no extenderme más, no comentaré el resto de intervenciones de portavoces. De todo lo escuchado hoy, se perciben varios mensajes claros: que nadie tiene su sillón garantizado, y que ya no se admiten corruptos, Pero también otro, que los ciudadanos todavía no están por delante de los partidos, aunque todos repitan que para ellos lo están, como un mantra.
Desde hace unos días, para Sánchez está claro que está todo el pescado vendido, y es consciente de que esta semana o lo sube o lo puede dejar tocado. Iglesias sigue en su juego en el que solo le vale ganar o morir, pero le tranquiliza saber que va a contar con la valiosa colaboración de los medios para hacer cada vez que hable un titular. Rajoy no tiene nada que hacer, pero sabe que de su futuro depende el de Rivera.
Sánchez no `puede esperar ya nada ni de Iglesias ni de Rajoy, viendo que a ambos les unen dos cosas: sus egos, y una táctica común: sentarse a esperar, esperando que el paso de los días les dé resultado.

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