sábado, 21 de noviembre de 2015

ELECTORALISMO Y GUERRA


 Las peticiones francesas de contar con apoyo de los estados de la UE en su pelea contra ISIS, puede encontrar una respuesta condicionada a decisiones puramente electoralistas. En aquellos en que las elecciones estén cerca, como en España, la decisión de prestarle o no ese apoyo con tropas, se dilatará de cualquier manera para no adoptar una postura clara antes de celebrar las elecciones el 20 D. Si las encuestas muestran a los votantes contrarios a ese apoyo, veremos a un gobierno prudente, mientras si son favorables, ese mismo gobierno encontrará de nuevo pruebas de que el EI posee armas de destrucción masiva.

Lo cuenten como lo cuenten, lo ocurrido en Francia no es una guerra sino un acto terrorista, como el que sufrimos en Madrid o en Nueva York o en Londres. ¿Una guerra contra quién? El gobierno francés tiene que transmitir a sus ciudadanos que va a responder al ataque sufrido, pero eso no convierte los atentados en una guerra. Antes de aceptar como justificado un bombardeo indiscriminado, deberíamos saber que en la ciudad de Raqqa no solo hay islamistas fanáticos. También allí mal vive un cuarto de millón de personas que sufren en carne propia el terror de los fanáticos del EI. Bombardear es lo fácil, lo difícil es separar el grano de la paja.

Atacar a una ciudad entera no puede ser justificable, si estamos siendo atacados por fanáticos capaces de inmolarse, que pertenecen a organizaciones creadas por estados occidentales para sus juegos de poder, y ahora financiadas por millonarios fanáticos que viven tranquilamente en Arabia Saudí o Qatar. Los mismos que apoyan esos bombardeos son incapaces de criticar la actitud tolerante de esos países, ni a quienes compran petróleo a EI facilitando con ello su financiación. Que dirían esos mismos que callan ante esto, si los países implicados fuesen Venezuela, Bolivia o Cuba. Su silencio es la prueba de que el cinismo ha alcanzado el poder económico y el político.

Tampoco en Francia, aunque puede ser más justificable, han dado muestras de prudencia al hablar de armas químicas o biológicas. Solo la ceguera del poder puede justificar esas declaraciones sin medir el daño que pueden causar entre los propios ciudadanos por el miedo que crean. Sin rubor se muestran dispuestos a gastar recursos en una guerra, mientras  dejan en el olvido que en esta Europa no solo hay millones de parados, sino guetos que por su situación marginal seguirán siendo semillero de fanáticos. Los terroristas responsables de estos atentados se han criado en esos suburbios, y uno se pregunta necesariamente si no tras esas declaraciones no hay cálculos electoralistas.

Parece que occidente no quiere asumir que la exportación de nuestro modelo de democracia a los países árabes ha resultado un absoluto  fracaso. Pero lo que si podemos comprobar es que desde que se anunciaron estrategias de guerra sobre el territorio controlado por ISIS, las acciones de las grandes empresas armamentísticas se han disparado. La guerra es una solución, pero solo para los accionistas de esas empresas, a quienes no les importa involucrar al resto del mundo si con ello siguen sus beneficios.

Un Rajoy que de pronto ha descubierto las ruedas de prensa tras cuatro años escondido, junto a un Rivera haciéndose el duro, han encontrado ambiente electoral favorable en la situación de desconcierto que viven los ciudadanos, pueden llevarnos a un parlamento con mucha presencia de la derecha española, la antigua y la moderna, nos pueden colocar después del 21 D ante decisiones que no deseamos muchos, pero que a esas corporaciones armamentistas les harán el caldo gordo. El electoralismo de ambos, con el apoyo del poder económico, puede hacer que no sea necesario un nuevo trío de las Azores, y puede bastarnos un dúo en la Carrera de San Jerónimo, para acabar metiendo la nariz donde ya sabemos que huele muy mal.

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