Todo apunta a que el domingo 27 se romperá
la baraja en Cataluña, y a cada lado de la mesa caerán la mitad de las cartas. Estos
lodos son la consecuencia de las polvaredas levantadas por unos y por otros con
el silencio cómplice de todos los ciudadanos españoles, de Cataluña o de fuera
de ella. Nadie hoy puede ya asegurar después de oídos los contendientes, si las
manipulaciones superan a los dislates o estos a aquellas.
Ahora muchos se echan las manos a la cabeza.
Un poco tarde, porque sea cual sea el resultado del domingo, la relación entre Cataluña
y España ya no volverá a ser la misma. Los ciudadanos tenemos lo que nos
merecemos, aunque ahora protestemos por tener que asistir atónitos a esta feria
de la insensatez que protagonizan los gobernantes, empeñados desde sus aparatos
de información en llevarnos a los ciudadanos de un lado para otro, según eso
favorezca a sus intereses personales.
La actitud del Gobierno de España ha sido la
mayor impulsora del independentismo, hasta tal punto que dos fuerzas políticas absolutamente
antagónicas, CDC y ERC, ha conseguido que se unan. Por omisión cuando era
necesario mover ficha y el gobierno hizo
la estatua, o por acción posicionándose como si del apocalipsis se tratara, cuando
más necesaria era la cordura. En ambos casos, el gobierno español siempre ha
acertado con la postura más activa para obrar en favor del independentismo.
Desde el PP ven un semillero de votos en la
situación de Cataluña, que aunque saben que allí no se comerán un colín, si
esperan cosecharlos en el resto de España, y así actuando, de paso han
conseguido que nadie hable de los recortes a que nos ha sometido a todos los
españoles. Desde Génova 13 han conseguido internacionalizar el conflicto
catalán, para regocijo de Mas, que no debemos olvidar que también forma parte
de la derecha europea, y al fin y al cabo, ha sido su socio de gobierno cuando al
PP le ha interesado.
En Convergencia también disfrutan de este
escenario, en el que nadie se fija en su pésima gestión para Cataluña durante su
último mandato, y favorece a Mas que busca conseguir revalidar su presidencia pasando
de puntillas sin un debate serio de su gestión. Puede que esta pugna les
permita devolverse los favores prestados mutuamente, el mayor de todos el
permitir correr un tupido velo sobre la corrupción que también les es mutuo.
De puertas para afuera, ambos gobiernos anuncian
al pueblo respectivo que el mundo se acaba el domingo. A los españoles que si
gana el independentismo España se rompe, y a los catalanes que si lo hace el españolismo
Cataluña se muere. Son dos pirómanos disfrazados de bomberos que no han movido
un dedo por ayudar a los ciudadanos sino que llevan cuatro años dedicados a alimentar sus propios egos y el de
sus respectivas formaciones políticas.
Pero de los demás contendientes electorales,
también pueden tomarse algunos apuntes. Una ERC sentada a la puerta de su casa
esperando ver pasar el cadáver de su enemigo CDC, aunque simule acompañarle en
el entierro. Un Ciudadanos que en
Cataluña se ha retratado como lo que es, un PP disfrazado con caras de maniquí de
cualquier boutique de la Diagonal. A Podemos continuar con la misma ambigüedad en
Cataluña que mantiene en el Estado, con su sí pero no, y su no pero sí. Y a las
CUP que no llegan a creerse cual ha sido su mérito para el domingo poder tener
la llave del castillo.
Y, como no, el papel especial desempeñado
por PSC y PSOE. De invitar al baile, puede acabar en una llantina. No hace
tanto tiempo, que el PSOE no defendió con uñas y dientes el Estatut apoyado por
el PSC y auspiciado por Zapatero en 2005, cuando el presidente era Maragall, y
no se cambió la legislación para darle encaje. A esto se sumó al golpe bajo a
Borrell en Madrid que dolió en el PSC, y que se culminó con el no a Carmen Chacón
en Sevilla propiciado por los llamados "barones"
del PSOE. Al socialismo le pasará factura en votos ocurra lo que ocurra el
domingo. No puede apoyar la postura de no a la independencia porque para el
electorado de izquierda sería aliado del PP, ni tampoco apoyar una negociación con
los independentistas, porque sería la
izquierda que rompe la España unida. Ambas posiciones le restaran apoyos en las
generales.
Lo bueno para los ciudadanos es que se acaba
una campaña electoral, dentro de la campaña electoral interminable que vivimos
desde hace años. En ella hemos visto a Borrell y a otros, demostrar que los
números de la independencia no son tan favorables a los catalanes como se los
pintan, a los banqueros y a los empresarios demostrar a la luz del día que piensan
solo en sus negocios, y a los obispos demostrar que una España unida debe
serles rentable si merece de sus plegarias.
Lo que esta campaña electoral si ha dejado
meridianamente claro, es que nadie piensa en la gente, para quienes la
independencia no quitará de en medio a los corruptos, ni cambiará los objetivos
de los poderes económicos. Pero también que nuestros políticos carecen de sentido
del ridículo, y que la demanda de independencia desde Cataluña puede ser la
espoleta que haga cambiar las instituciones y la Constitución.
Puede que lo que ocurra el lunes sea que se
ponga de nuevo sobre la mesa el derecho a decidir, pero también se pondrán
otras muchas cuestiones que quizás mejoren nuestra democracia. Mejor quedarnos
con una visión desde el optimismo, que con la que esta campaña ha supuesto.
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