jueves, 7 de mayo de 2015

DE CAMPAÑA ELECTORAL


La noche del jueves al viernes 8 de mayo ha comenzado oficialmente la campaña electoral. Afirmarlo es falsear la realidad porque estas dos semanas solo vienen a culminar un proceso continuo y continuado durante años, un bombardeo de mensajes y frases hechas, que hace que los electores lleguemos a estos días saturados de política en minúsculas. Todos esos mensajes se puede resumir en dos “tipo” en boca de cualquier candidato: unos con su “yo soy mejor que el otro”, y otros con el más frecuente de “ese es peor que yo”.

Tradicionalmente la campaña electoral ha consistido en concentrar en catorce días todos los esfuerzos de una formación política y su candidato en comunicar sus ideas clave, esas que creen van a ser capaces de decantar al electorado hacia sus planteamientos. Según los manuales, deben ser pocas y concisas, para evitar la dispersión de mensajes y que hagan al elector no olvidarlas fácilmente. Hoy esos mensajes han sido tan reiterados que muchos suenan a “más de lo mismo”, y han producido lo contrario a lo que se pretendía.

Pero hay campañas y campañas, y no es lo mismo para una Comunidad Autónoma que para otra, ni la de una gran urbe es como la de una capital de provincias. Y desde luego, en nada se parecen estas a las de los  núcleos rurales, donde además la tipología de campaña estará condicionada por el tamaño poblacional.  Los contenidos variarán en función del interés por centrar los debates en los temas locales, o en los regionales, o aprovechar la situación nacional para apoyar algún planteamiento. Cada vez aparecen más difusos los criterios ideológicos (con ellos se busca el apoyo del voto fiel) y más reforzados los programáticos (buscando el apoyo a nuevas ideas de continuidad o de cambio), pero sobre todo en estos tiempos tienen primacía  las campañas que buscan  destacar la imagen personal del candidato propio o restar méritos a la imagen del ajeno. Estamos en la era de las imágenes aunque el discurso sea vacío, vale con las dotes de orador y aspecto físico agraciado.

Quienes ya ejercen el poder y optan a la reelección, suelen recurrir a pedir la continuidad para completar la obra emprendida o utilizan la amenaza de la inestabilidad por un posible cambio. Quienes no lo ejercen insistirán en la necesidad de un cambio, que siempre se acompañara del matiz de cambio tranquilo.

Un candidato experto en un área específica intentará situar el debate en esa materia, y cada vez con más frecuencia se recurre a los temas económicos como principales, pero generalmente se peca de exceso de esta temática, muchas veces incomprensible para muchos electores, que si valoran más la confianza o la simpatía o rechazo que les produce la figura de un candidato. La imagen que se crean los electores sobre los candidatos es lo que más influirá en su decisión de apoyarles o rechazarlos, y suele ser determinante en el resultado, de ahí que pierda n interés las ideas y gane la imagen.

Esa imagen del candidato es mucho más influyente cuanto menos interés tenga el elector en la política, que curiosamente es además un elector que decidirá su voto más tarde,  y se inclinará por apoyar a aquellos con imagen centrista antes que a los que su imagen les sitúa en los extremos. De ahí que cada vez más veamos cómo se personalizan las elecciones en una persona, como se busca que el candidato tenga la mayor popularidad posible, y como todo gira alrededor de mejorar la imagen personal del mismo. Mejorar la imagen del candidato supone, básicamente, reforzar sus puntos fuertes y atenuar sus puntos débiles.

Así que tenemos por delante dos semanas en que escucharemos de todo, flores de unos, exabruptos de otros, promesas incumplibles, despistes  y lagunas formativas impropios de quienes deberían superar en preparación a sus electores, y sobre todo la repetición machacona del “y tú más” o del “no he venido aquí a hablar del otro”. Los partidos con posibilidades de representación optaran por lo que creen que más puede convenir a sus intereses: el PP se centrará en la recuperación económica, el PSOE en la necesidad de recuperar los derechos perdidos por los recortes del PP, y los nuevos partidos en la necesidad de que entre aire nuevo a las instituciones que calificaran de rancias en sus formas, no sin razón.

Lo que es cierto es que durante estos catorce días, veremos el triunfo de los mercados, no solo de los económicos que también, sino de un mercadeo político en el que nos trataran no como usuarios sino como potenciales clientes de una gran mercería en la que unos candidatos venderán ilusión, y otros nos tomaran por ilusos. Y aunque al final salgamos de ella convencidos de haber adquirido lo adecuado a nuestro interés, cuando pase el día de las urnas, no será importante conservar la factura de la compra realizada, y de que aunque creamos haber vencido a la manipulación informativa de la caja tonta y de los medios sumisos al interés de sus propietarios, y estemos convencidos de haber apoyado la mejor opción, nos daremos cuenta de que nuestras reclamaciones ante alguno de esos partidos, habrá que presentarlas ante el maestro armero. 

Estos años de democracia, y especialmente los últimos, han demostrado que tratándose de compromisos electorales, lo de que somos un Estado de Derecho es solo una frase hecha, y que en la democracia española los ciudadanos carecemos de oficina de reclamaciones.


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