miércoles, 13 de mayo de 2015

AUTONOMIA CIUDADANA

Ahora que estamos enredados en las elecciones locales, viene a mi memoria la Reforma Local el PP, esa que se planteaba la desaparición mediante su fusión a otros, de muchos pequeños ayuntamientos. En las elecciones municipales, esas donde dicen que se vota a las personas y no a los partidos, habría que decir que ese principio no es aplicable a todo lo local sino que queda restringido solo a los pequeños municipios. Por eso, merece la pena poner en valor un proceso que en esos pueblos demuestra que a mayor número de habitantes, menos directo es el ejercicio de esa democracia.

Por eso, frente a los criterios económicos que según el PP aconsejan agrupar poblaciones, deben estar los criterios democráticos que nos muestran como a menor población de una localidad, más directa es su democracia participativa. Aunque esto tampoco deba ocultarnos, que en esos pequeños municipios resultan más fáciles los abusos políticos por parte de quienes ejercen el poder local, pero eso no contradice la idea de a menor población, mayor profundización de la democracia.

Según el Padrón de Habitantes, casi la mitad de los pueblos de nuestro país tienen una población inferior a los quinientos habitantes, pero si contamos los que realmente residen en esos pueblos, nos encontraremos que en algunos la cifra de sus moradores reales no alcanza la centena. Quizás ese dato fue el primer argumento del PP para plantear en su reforma el agrupamiento de ayuntamientos, aunque luego parecen haberse dado cuenta de que no era un planteamiento compartido por todos, y de que (al menos en esto) no se puede gobernar contra la gente incluida la que ejerce el poder local de su partido, y quizá eso le ha llevado a aparcar esa fusión sine die.

El concepto de municipio se compone de los habitantes, su territorio, y sus recursos naturales, y cualquier planteamiento que no tenga en cuenta estos tres elementos, resultará problemático para plantear cambios de organización territorial. No puede atenerse solo al criterio poblacional, sino que la decisión de fusionar o no, ha de adoptarse valorando primero los pros y los contras de cada planteamiento.

La realidad es que ya son muchos pequeños Ayuntamientos los que están agrupados, compartiendo secretaría, gastos básicos, basuras, o el médico y el enfermero, sin necesidad de que esa reforma del PP entrase en vigor. Sus presupuestos son tan escasos que pensar en meter la mano solo puede planteárselo alguien que desconozca de lo que se habla, porque en el noventa y nueve por ciento de los casos, los alcaldes y concejales que elegiremos el día veinticuatro de mayo no perciben retribuciones, y en raros casos alguna dieta concreta. Es cierto que muchos pequeños pueblos tienen serios problemas para poder prestar solos los servicios necesarios, pero el concepto de "identidad local" hace difícil asumir ese planteamiento.

Seguro que se ahorraría en gasto corriente si estuvieran agrupados, pero perderíamos en cercanía y en diversidad. Pero tan cierto es que los pequeños municipios apenas gastan y resultan hasta baratos de mantener, como que cualquier inversión en gasto por habitante suele resultar costosa comparada a la de una gran ciudad. Tampoco se puede dejar a un lado que cuando en un núcleo no existe Ayuntamiento, aparecen de forma irremisible el abandono y la desatención a sus habitantes.

La descentralización de las administraciones, cuando se aplica en el medio rural supone todo lo contrario. Todos los servicios y oficinas se concentran en los pueblos más grandes, dejando olvidados a los demás, sin hablar ya de lo supone para pedanías y anejos.  Si a esto se añade que en algunas zonas de nuestro país, el despoblamiento es enormemente grave, unir ayuntamientos en base solo al criterio de población, supondría crear ayuntamientos con miles de kilómetros cuadrados de extensión y la distancia de los núcleos al Ayuntamiento superar la hora de desplazamiento para el ciudadano.

Estoy convencido de que el número de pequeños municipios no es un problema económico insoluble, porque no son esos municipios los que suponen un gasto excesivo para el conjunto de nuestro país, sino que el gran déficit local se encuentra en las grandes poblaciones. Además, en los pequeños municipios se mantiene un empleo estable, escaso, pero estable, y su consumo repercute en el conjunto del estado.

Debe utilizarse el sentido común a la hora de abordar una mejor gestión de los pequeños municipios, y para ello es bueno tener en cuenta todos estos aspectos que muestra que una decisión sobre esto debe ser meditada a fondo. Si la gran preocupación es solo económica, tal vez algunos organismos democráticos puedan suponer un ahorro mayor que fusionar los ayuntamientos pequeños. Y qué decir de lo que suponen Senado, Corona o las ayudas del Estado a la Iglesia.

En tiempos como los actuales, nunca en este país tuvo más sentido participar en la vida pública local como podemos hacerlo en unos días. Los ciudadanos de los pequeños pueblos, de quienes los partidos se acuerdan solo en fechas electorales, decidiendo que gobierno queremos para nuestro Ayuntamiento podemos alzar la voz contra las políticas que nos marginan, sin tener que atender a las disciplinas de partido de las ciudades, en el que unos mandan y otros obedecen, sino eligiendo lo que consideramos que mejor puede representar nuestra idiosincrasia local.


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