Hace unos
días escuchaba a Rajoy decir que “Fuera
de España nos miran como ejemplo de cómo salir de la crisis”. Y puede que lleve razón en que nos miren, pero no con
admiración por salir de una crisis en la que permanecemos, sino por la
paciencia que tenemos los españoles con nuestros gobernantes. Seguro
que nos mira con asombro, porque en ningún
país se entiende como aguantamos la situación que vivimos con
tanta pasividad.
De
quienes seguro que somos la “admiración”
es de nuestros acreedores, porque hasta
hemos modificado la Constitución para garantizarles que van a cobrar hasta el
último euro de nuestra deuda (esa que ahora es completamente pública) y que por eso la pagaremos el pueblo español, día
tras día, en varias generaciones dado su volumen, pero nosotros, no los que nos
han robado el futuro llevándoselo calentito.
También seguro que somos, más que admirados, “envidiados” por
los gobernantes de las repúblicas bananeras, envidiosos de nuestro gobierno que con citar la herencia recibida,
considera más que justificadas las barbaridades que está haciendo con su pueblo. Ya quisieran ellos poder decir lo mismo en sus países con
igual resultado que aquí: el silencio.
Los
españoles parecemos no entender, que si
en los últimos años del PSOE las cosas se hicieron mal, ya se les quitó del
gobierno, y eso en ningún caso puede ser la coartada que justifique que el PP nos
esté hundiendo a los ciudadanos de a pie aún
más, que no a la banca ni a los grandes empresarios. Y con
el agravante de que lo hace para sacar a estos de sus problemas a costa de la
mayoría de los ciudadanos. Si se analiza
la acción de gobierno del PP en dos años en los que ya es suya toda la
responsabilidad, se ve meridianamente claro que
la mayoría de sus políticas no son fruto de ninguna herencia recibida, sino que
son ideológicas. Son políticas que priman lo privado y penalizan a
la siempre pagana clase media y, como no,
más aún a los pobres, esos que para el PP solo existen en época electoral.
El
gobierno saca pecho presumiendo de
habernos sacado de la crisis, pero no da datos ni explica las razones de
cómo lo ha conseguido. Frente a esa versión gubernamental lúdica de la
situación, España cada vez se acerca más
en sus cifras sociales a las de los países de Europa que viajan en el tren de
cola. La mejora de la macroeconomía no depende de nuestro gobierno, sino que la
controla el BCE con sus medidas, pero el acatamiento a esos dictados del banco
europeo son los que han triturado a la sociedad española. Mientras lo que si depende de la política económica nacional,
como es la economía de las políticas sociales, va de mal en peor.
Nuestro presidente parece adormilado, pendiente de los votos e
incapaz de concentrarse en la puesta en marcha de una estrategia de país seria,
y en todo momento como si sus decisiones estuviesen desligadas de lo que los
ciudadanos consideramos nuestras necesidades. Esas son las causas de que en
la calle, la sensación es que se persigue a la clase media, a los parados, y a
los jubilados, y que nadie la escucha y está
sometida a un gobierno que vive en otro planeta.
La
estrategia de este gobierno es la de
permanecer sordo y casi mudo, ocurra lo que ocurra. Lo que no se cuenta en sus diarios y medios afines, para el gobierno no
existe, y como los marhuendas no lo cuentan, no se entera de que acusan a su
presidente y a la Secretaria del partido del gobierno de haber cobrado en B, y de
que en su partido siempre han tenido una contabilidad B, y lleva financiándose ilegalmente
desde la noche de los tiempos.
Tampoco
se enteran de que la deuda del país se
acerca al 100% de nuestro PIB, de que el paro no desciende sino que lo que bajan son los que
figuran en las listas del paro, de que el empleo como consecuencia de su reforma laboral es precario y de baja calidad, de que
la pobreza ha aumentado, o de que
economistas como el Nobel Joseph Stiglitz auguran a los países del sur de
Europa que lo peor de la crisis está por llegar. Como eso tampoco lo
dicen en sus televisiones y diarios, pues
no existe.
Si se
enterarán de eso, no podrían afirmar que
somos ejemplo de buenas prácticas para nadie. Pero lo que tampoco le dirán
los medios afines es que en cualquier democracia
moderna, con lo que está ocurriendo en España, sería mayor el número de
dimisiones que el de parados que encuentran empleo cada mes. Aquí no, tal vez por eso también Rajoy cree
que le admiran desde fuera por ser el gobierno de la impunidad.
Ya sé que
algunos lectores pensaran que solo me
meto con el gobierno. No es cierto, también lo hago con la oposición, aunque en
estos días de la oposición no hablo, porque algunas mañanas cuando despierto,
no les encuentro por ningún lado.
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